Un año más llega la Navidad. Una época para compartir costumbres y tradiciones en familia, con los amigos, con los

vecinos; de ser solidario con los más necesitados. Es tiempo de rememorar las tradiciones a los niños como cantar villancicos, contar historias y anécdotas de como vivían la Navidad los abuelos, de pedir los aguinaldos, de tocar la pandereta y la zambomba. Son días de alegría, de decorar el salón con guirnaldas, el belén, el árbol, de escribir christmas y la carta a los Reyes Magos o Santa Claus.

La Navidad es también tiempo de recuerdos y de esperanzas, de repasar los momentos olvidables y los inolvidables. También es época de reunirse para comer y cenar en la mesa con la familia, pero a veces, entristece cuando observamos que existe algún hueco vacío que van dejando los que se van yendo.

No existe nada más placentero que una mesa en Navidad repleta de todo a reventar, y con la familia unida por un recuerdo, por un sueño, por una ilusión. De compartir con los vecinos y amigos momentos alegres, saludos amistosos, abrazos de reconciliación.

La Navidad es época de regalos, de decorados en las casas, en las calles, en los parques; de voluminosas cenas y fiestas, tal vez traspasando, a veces, el sentido innato de la fiesta para convertirse en unas fechas propicias al consumismo. Pero ante todo es una época de amor, de paz y de felicidad. Deseamos lo mejor a nuestros familiares, a los amigos, a los vecinos.

La mano se nos escapa de los bolsillos, y con la mayor naturalidad, solidaridad y amistad, se la extendemos a todos los conocidos y personas que nos encontramos al entrar en un bar, un comercio, un cine... con el sincero deseo de que las cosas de la vida les vayan bien en el año que llama a nuestra puerta. La sonrisa que, a veces, tanto nos cuesta sacar en otras épocas del año, la tenemos a flor de piel y los abrazos que vendemos tan caros parece que en éstas fechas estuvieran de rebajas.

Es época de solidaridad con los enfermos, los ancianos, con los inmigrantes que añoran a sus familias y a su tierra. La celebración de la Navidad nos tiene que hacer solidarios con los pobres, con los desheredados y desarraigados de la sociedad, pues para muchos de ellos es una época triste. Su condición de vida no les llega para preparar una sencilla cena, ni qué decir de comprar ropa o juguetes a los niños. Eso sí, debemos dar gracias a instituciones como Cáritas que velan porque ninguna persona se quede sin cenar dignamente o un niño no tenga sus regalos.

Como decía Washington Irving: «La Navidad es la temporada para encender el fuego de la hospitalidad en el salón y la genial llama de la caridad en el corazón».