Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Albiol paga la cuenta

El líder del PP catalán, emparedado entre el "procés" y la nueva política, está a punto de sumirse con su grupo en simas históricas

El 20 de noviembre de 2013, Xavier García Albiol, en el ecuador de su mandato como alcalde de su Badalona natal, se sentó en el banquillo acusado de un delito de odio. El cabeza de lista del PP para el 21-D afirma que aquellos fueron los peores momentos de sus 50 años de vida. SOS Racisme lo había denunciado en 2010, cuando aún encabezaba la oposición de la tercera ciudad catalana, por repartir folletos ilustrados con fotos de gitanos rumanos y aderezados con la pregunta: "¿Tu barrio es seguro?". Albiol, al que el mal trago hizo perder cuatro kilos, admitió ante el juez que calificar a los rumanos de "plaga" y "lacra" había sido "inadecuado". El badalonense fue absuelto y el juez se limitó a apreciar una "patente e innecesaria exageración". Aún habría de llegar después la campaña municipal de 2015, en la que el regidor, hijo de un almeriense que conducía el camión de la basura, se envolvió en el lema "Limpiando Badalona", con el que consolidó su fama de ultra xenófobo. Albiol ganó la cita electoral con un 35%, pero no logró la reelección porque, en un ambiente de enorme crispación, una alianza de Podemos y la CUP le impidió revalidar el mayor éxito municipal del PP catalán. En política, como en la vida, no hay techo para la adversidad, así que parece muy posible que a Albiol, casado y con dos mellizos de diez años, le llegue este jueves el momento más duro de su carrera. Las encuestas, de hecho, le adjudican el farolillo rojo, por detrás incluso de la CUP, confirmando que es el abanderado más endeble que ha exhibido el PP catalán. La aventura autonómica de este hombretón de 2,01 metros que, por descontado, jugó al baloncesto hasta juveniles empezó cuando, ya desalojado de la alcaldía de Badalona, fue propulsado a la cabeza de las listas populares en las elecciones de 2015. El PP, al mando de Alicia Sánchez-Camacho, había logrado 19 diputados en 2012 (12,97%). Era el mejor resultado de su historia y lo convertía en cuarta fuerza política, detrás de CiU, ERC y un PSC que tras los tripartitos de Maragall y Montilla iniciaba su caída a plomo. Albiol, pensaban los populares, podía romper ese techo. Sin embargo, el badalonense, que desde marzo preside el PP catalán más dividido de la historia, llegó en una coyuntura que perjudicaba a los suyos por partida doble. Por un lado, la velocidad del "procés" se aceleraba vertiginosamente. Por otro, las autonómicas y municipales de mayo habían abierto la puerta a la "nueva polí- tica". De modo que, víctima de tamaña polarización, el PP de Albiol cayó en 2015 hasta los 11 diputados (8,49%), dejándose más de 120.000 votos en la gatera. En su lugar, Ciudadanos, con Inés Arrimadas como enseña, se destapó como el "relevo útil" del unionismo: sus 9 escaños de 2012 crecieron hasta 25, gracias al robo de 500.000 votos tanto al PP como a una bolsa abstencionista que menguó siete puntos. Los sondeos para el 21-D auguran que los populares añorarán esos once escaños, ya que se verán confinados a una horquilla de seis a nueve. Y todo porque, en 2017, Albiol representa cualquier cosa menos la nueva política. Afiliado al PP de Jorge Fernández Díaz en 1989, es concejal desde 1991 y su nómina acumula ingresos como senador territorial, diputado autonómico y concejal, aunque en los plenos de Badalona apenas recuerdan su cara. Sus enemigos aseguran que, pese a no haber finalizado sus estudios de Derecho, es de los políticos mejor remunerados de España. Mientras, Arrimadas, con voz nueva y combativa, y con habilidad para no entrar en peleas cuerpo a cuerpo que desborden los límites aconsejados por su peso específico, ha aprovechado las oportunidades que, durante dos años, le ha brindado el liderazgo de la oposición al "procés". Claro que, a decir verdad, sólo una parte del veredicto de las urnas deberá ser achacado al gen Albiol. Es verdad que su fama de ultra y su limitado juego de cintura le ponen difícil sustraerse a la persistente erosión ejercida por Arrimadas, único polo atractor de ese 5%-7% de abstencionistas de derechas que tal vez decida, siquiera por una vez, que las autonómicas no son cosa de los "catalanes de toda la vida". También parece verdad que, aunque el 155 esté lejos de molestar al electorado del PP, y pese a que Arrimadas lo pidió primero, Albiol se pasó de énfasis al proponer que se aplicara durante los dos años que le quedaban a la abortada legislatura, mientras que la lí- der naranja insistió en que se usara sólo para convocar elecciones. Pero no es menos cierto que la mayoría del voto unionista sale de electores con rentas medias y bajas. En ese nicho, en Cataluña como en Cáceres, el rostro de la miseria sigue siendo Rajoy, o sea, Albiol. Y Arrimadas ha tenido la inteligencia de convertir en dogma que el dinero y el tiempo del "procés" deberían haberse dedicado a políticas sociales. Por eso, mientras tanto, Albiol paga la cuenta de los recortes. Los de Mas, los de Puigdemont y, por supuesto, los de Rajoy.

Compartir el artículo

stats