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Incomparables regalos navideños

Regale o muera, podía ser el eslogan de esta sociedad de consumo neurotizada y autoflagelante. Pero a veces la tentación es regalarse a sí mismo, o invitar a los amigos, yo lo practico, de hecho lo he practicado siempre y para algunos no llega nunca el turno. Otros no lo aceptan, desdeñosos. Cadascú és cadascú. Estos días, sin comerlo ni beberlo, me han hecho unos regalos incomparables, que no esperaba y de quienes ni siquiera me conocían. Me dijo Eliman Thioine que acudiera la sala de la muralla del Colegio Mayor Rector Peset y vería «unos monólogos». Tenía dudas, no suelo ir a ver monólogos, ni siquiera de Núria Espert (y menos de Lola Herrera).

En efecto, hubo monólogos cruzados (como en Short Cuts de Robert Altman). Pero eran todos inmigrantes o marginados, reales, como la vida misma. Me fascinó la gitana del Cabanyal, contando la vida de su familia (yo viví con mi tía en la calle Escalante). Luego o antes, el orden no altera el producto, llegó un joven de Mali, con un estilo sincopado -no llegaba a ser un rap- pero su magnetismo personal era poderoso, y su capacidad de llegar con gesto y movimiento, digna de elogio (viva Franz Fanon y Les damnés de la terre, yo la compré en La joie de Lire de París y la tengo al lado de la cama). El chico llegará muy lejos, con esfuerzo, claro.

Una saudita -no se puede ser ni más guapa ni más elegante- contó lo duró que resulta representar sin querer, cada día, cada minuto, a 1.1000 millones de mahometanos, le piden cunetas por 14 siglos de cultura e historia, es demasié, pesa mucho. Como a mí ser valenciano 24 horas al día y van€

Y para actor el hermano, Mbay Thioine, como Samuel L. Jackson, sin ir ni al Actor´s Studio ni leer a Stanilawski. Y además expone sus obras pintadas con arenas del desierto en la Casa del Libro (y de ustedes, los lectores, vayan y verán).

No voy a seguir desgranando el espectáculo dirigido por un colombiano muy listo, que ha ensayando con los emigrados (y/o desterrados todo un año). No son extranjeros, son nuestro vecino/ prójimo (no piensen en religión ni en solidaridad, ambas huelen a colonialismo, político, económico y cultural, piensen en apoyo mutuo, en ut et das).

De otra parte, pero no menos importante, he vuelto al trinquete Pelayo, que redoblen las campanas y se alegre desde el más allá Arturo Tuzón padre, claro, mi socias en el Valencia C.F. -el único president que me entendió y supo oírme- y asistí con Alberto Soldado a una partida excepcional el sábado 16 y tuve suerte y charlé, como si fuera una partida más en nuestra vida con Fredi (otro que me capta bien). Lo que Alberto me contó de Colombia no lo sabe ni Gabriel García Márquez y yo le conocí en 1969 (gracias Emma Beltrán de Rahola, pero el libro te lo compré yo en 1968, tú lo sabes).

No sé si ganaron los azules, o los rojos, eran tres contra dos, pero eran todos fuera de serie, auténtico gladiadores, ya saben el Joc de pilota, es sin sangre, sin heridas, sin agresiones, eso son a veces el boxeo o el fútbol, ahora tan físico. Disfruté como un enano de pueblo, recordando tantas partidas en el callejón del Duc (de Tamames). Y sí el hijo de Genovés (me cuentan, superando dos accidentes) o el del Soro, son dignos de admiración, a la vez caballeros y componentes de un ballet, que ya quisiera Gene Kelly que se perdería en este espacio intergaláctico de piedra de Novelda. Yo me reencontré con un yo más íntimo. Y recordé un trofeo de Levante-EMV en el que me fui a casa con Warren Beaty, sí, lo juro, más joven, y además nadie nos presentó y vivía en Distrito 10.

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