Andrea, Teresa, Estefanía, Blanca... La lista continúa hasta sumar 63 víctimas mortales por la violencia machista en España en 2017, unas víctimas a las que Levante-EMV quiere rendir hoy tributo recordando sus nombres, sus caras y sus historias para que no queden en el recuerdo como un mero número. Está a punto de comenzar un nuevo año y la sociedad entera ha de proponerse con más ahínco que cuando termine 2018 no nos falte ninguna mujer por esta lacra.

Las medidas políticas, los medios policiales y las campañas de sensibilización no han sido suficientes. En 2017, 63 personas, entre mujeres e hijos menores, han muerto a manos de un machismo que ha matado más que el año anterior pese a todos los esfuerzos que la sociedad dedica a protección y prevención.

Cada semana, con una dramática precisión, un crimen machista conmueve a la colectividad, que se manifiesta en calles y plazas para que ese sea el último asesinato. Y se suceden en una trágica repetición datos como si ella había denunciado o no; si sobre el asesino pesaba una orden de alejamiento o si él intentó quitarse la vida tras su bárbara acción.

Algunas veces se pone de manifiesto que el crimen era imprevisible. Por desgracia, matar es fácil cuando uno sabe cómo, cuándo y dónde atacar a su presa. Pero en otras ocasiones, la mayoría, sale a la luz que había indicios suficientes como para detectar un riesgo real y ni los protagonistas, ni el entorno de estos ni los responsables de la seguridad de las amenazadas pudieron o supieron detectar la amenaza y actuar contra ella.

Las víctimas continúan sintiéndose demasiado solas. Por miedo, por dependencia económica, por los hijos o por otras razones, muchas temen denunciar su situación no ya a la policía, sino a los más próximos. Por ello, una tarea fundamental que la sociedad aún no ha logrado asumir con eficacia es el arropamiento, la creación de un entorno seguro en el que las mujeres amenazadas se sientan acompañadas y protegidas.

El Estado español acaba de aprobar un paquete de medidas complementarias contra la voliencia machista, con más medios de protección y 200 millones de presupuesto para crear redes de atención y ayuda. Pero la erradicación del acoso y el maltrato necesita de un compromiso de todos. Salvando las distancias, la sociedad debe tomar conciencia del problema y comprometerse a combatirlo del mismo modo que se echó a la calle contra la barbarie terrorista de ETA tras el vil secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aquel día comenzó el fin de la banda, y fue necesario que millones de personas se pintaran las manos de blanco y empezaran a actuar sin miedo para acorralar a los criminales.

Hace pocos días se ha cumplido el vigésimo aniversario de la muerte de Ana Orantes, la mujer de Granada que fue asesinada por su exmarido días después de que ella relatara su tormento de palizas en la televisión. Antes de ese día, en España no se tenía conciencia de la lacra de la violencia machista, que azota este país de manera singular. Una educación patriarcal que otorgaba todo tipo de privilegios y licencias al varón y relegaba a las mujeres a un segundo plano mantuvo anestesiada la sensibilidad ante los crímenes machistas durante décadas.

Y es en la educación donde se señala que está el campo principal en el que trabajar. Los especialistas alertan de comportamientos extremadamente machistas entre los adolescentes y jóvenes, donde abundan los controles de teléfonos móviles, ropa y compañías. Una educación en igualdad radical se hace más necesaria que nunca, tanto en la escuela como en la casa, tanto en la empresa como en los usos sociales.

El año 2017 que hoy termina está siendo señalado por algunos como un momento de inflexión en el empoderamiento de las mujeres. A escala global, las denuncias de destacadas actrices contra gigantes del celuloide que aprovechaban su posición para obtener atenciones sexuales (cuando no se las tomaban ellos directamente) han puesto en evidencia que hasta el más poderoso acosador puede caer si se actúa con valentía y con la verdad. En España, el proceso judicial contra los cinco violadores de una joven en las pasadas fiestas de San Fermín, conocidos como ´la manada´, ha hecho que miles de personas, hombres y mujeres, se hayan pronunciado públicamente con el grito de ´no es no´, a propósito del consentimiento en las relaciones sexuales, y contra quienes han intentado culpabilizar a la víctima porque en una situación de terror e inferioridad no opuso ´resistencia suficiente´.

En este marco, hay quien señala que 2018 verá un avance decisivo en términos de igualdad de género, un año para el feminismo. Ojalá sea así. Dependerá de todos, de las mujeres y de los hombres. De los políticos y de la sociedad; de los empresarios y de las escuelas. Los retos son muchos, y el combate contra el machismo que mata ha de ser prioritario. Este año nos faltan 63 mujeres y niños. Hagamos todos que dentro de 365 días no haya ni una menos.