Hace años, un conocido pintor me invitó a su loft en Nueva York y con ánimo digamos polemista, evocó una actuación de Bob Dylan en el Paris del «Nixon assassin, liberez Vietnam!». Dylan salió a escena, evocaba, con guitarra de palo y una bonita bandera de Estados Unidos que colocó sobre el respaldo de una silla. Años después y entrevistado por Martin Scorsese, el cantante iniciaba el documental No direction home (que ninguna persona en su sano juicio puede perderse) con estas palabras (más o menos): «De niño soñaba con una muerte heroica, con convertirme en un oficial de West Point€». Caramba, con el símbolo pacifista.
Yo también tenía esos sueños, no pienso ocultarlo, incluso me sabía una parrafada épica que leí en el libro de las monjas y que mi hermano solía pedirme como si fuera una canción dedicada. Sin embargo, en días muy próximos a la paz y el amor de la Navidad tuve referencia de dos libros muy libres sobre cuestiones de Defensa, los dos obra de profesionales: el coronel Pedro Baños y el teniente Luis Gonzalo Segura. Se titulan Así se domina el mundo y El libro negro del ejército español. ¿Se acuerdan de aquel submarino que si se sumergía no salía a flote y que, para mayor escarnio se llamaba Isaac Peral? Pues hay casos peores: carros blindados que hay que vender a toda prisa porque no tenemos ningún medio aéreo que pueda cargar con ellos, minas caducadas que matan a soldados de maniobras, el Yak-42, el camuflaje de partidas del presupuesto destinadas al Ejército como gastos de otro tipo€
A mi ya me extrañó que Josemari Aznar acabase con la mili obligatoria. Era como si monseñor Rouco proclamara el amor libre. Porque Aznar es de los que piensan que la guerra de Irak es la continuación de la Reconquista, un compromiso bélico más largo que la alianza eterna de Yavé con Israel. Pero si el avispero musulmán reacciona a las muchas patadas que les propinamos, estaremos en primera línea: a veinte kilómetros del frente. Se me acaba el papel pero no vacié del todo el buche. Se continuará.
