La Albufera, Parque Natural por la Generalidat Valenciana en 1986, está reconocida como «Humedal de importancia Internacional», a tenor de la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, celebrada en Ramsar (Irán) en 1971. En 1995 se aprobó el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de la Cuenca Hidrográfica de la Albufera. En 2004 fue aprobado por el Consejo de la Generalidad Valenciana por el que se establece el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) de la Albufera. Además es parte integrante de la Red Natura 2000 al haber sido declarada como «Zona de especial protección de las Aves» (ZEPA) y seleccionado como «Lugar de Importancia Comunitaria» (LIC) desde 2006.

Desde entonces es extraordinariamente curiosa la cantidad de ayudas económicas por parte de la Unión Europea para financiar o cofinanciar proyectos de conservación, preservación y mantenimiento de nuestro Parque Natural. Millones de euros sin que las administraciones y/o entidades beneficiarias hayan rendido cuenta a la ciudadanía de sus resultados, de sus conclusiones y de sus problemas. Nada. A la vista de los hechos, La Albufera sigue inexorablemente en su camino de abandono y degradación, sin que la Generalitat, Diputación de València o el Ayuntamiento de la Ciutat de València asuman sus responsabilidades, salvo tímidas iniciativas donde la visión de preservación integral del Parque brilla por su ausencia.

Es intolerable que las numerosas ayudas y subvenciones de los Programas Europeos de Ayudas Agroambientales para los Espacios Naturales Protegidos hayan sido para financiar proyectos, de carácter local que, en la mayoría de los casos, no cumplen sus objetivos. Además la comunidad de agricultura del arroz percibe subvenciones anuales para la preservación del entorno del Lago (entre otras cosas para evitar la nefasta quema de paja de arroz, la cual, persiste). La quema de paja de arroz es una actividad con graves consecuencias sobre el medioambiente y serias afecciones respiratorias al ser humano. No es gratuito que la Unión Europea recomendara la prohibición en 2008 la quema de estos residuos agrícolas por su efecto pernicioso y emplazara a las autoridades locales a adoptar una solución al respecto. A fecha de hoy, nada de nada. Las soluciones medioambientales se encuentran con dos grandes problemas, en primer lugar su elevado costo que las administraciones públicas no están dispuestas a asumir y en segundo lugar, la resistencia al cambio de mentalidad de la comunidad agrícola del arroz, que quieren elevar a Ley la costumbre de dicha práctica, sin tener en cuenta el impacto para el medio ambiente.

La ciudadanía en general ya empieza a perder la paciencia en la presentación de proyectos de enredo que nunca llegan a buen fin. Basta ya de soluciones parciales y de postureo de ámbito local, basta de ya de dilapidar dinero público mientras La Albufera permanece en estado de coma inducido. Exigimos soluciones integrales que eliminen de forma total las 75.000/80.000 toneladas de paja de arroz que se producen en el Parque. Sin menoscabo de otros proyectos que alivian el problema de la paja de arroz pero no lo solucionan, la bioconstrucción, es una alternativa a tener en cuenta. Francia y Alemania son pioneras en la edificación de casas y edificios con la paja de arroz, cumpliendo que todos los requisitos de protección de incendios cuya normativa es muy estricta. No podemos terminar sin mencionar el proyecto industrial para aprovechar la paja del arrozal de la Albufera del envase «Hortomold», a iniciativa de la empresa valenciana Contrerina, hecho a base de pasta elaborada con la paja de arroz y totalmente biodegradable, con reconocimientos de la Universidad de València y la Unión Europea por su innovación y por la prometedora solución que ofrece para gestionar unos residuos que ahora resultan muy problemáticos. Casualidades de la vida, este último proyecto ha sido descartado por nuestras autoridades. Algún día tendrán que dar explicaciones de ello. zado e interconectado con diez mil millones, exigen necesariamente un sistema de identificación fiable. Ser identificados no implica necesariamente quedar expuestos a la tiranía de la autoridad. La protección de nuestros derechos ciudadanos depende del entramado institucional, legal y social en el que nos movamos, y no en la posibilidad de ocultarnos de las autoridades. Así pues, bienvenidas sean las tecnologías biométricas, con permiso, eso sí, de las esposas y esposos cornudos.