¿Y ahora qué?, cabe preguntarse tras la celebración de las elecciones autonómicas convocadas en Cataluña por el presidente del gobierno de España.

Pues ahora procede seguir adelante con la propuesta pergeñada por el Gobierno central con el concurso preceptivo del Senado en su aplicación del artículo 155 de la democrática Constitución de 1978. Lógicamente, hasta que se forme nuevo gobierno y éste respete la democracia y la Constitución vigente. En caso contrario, habrá de proseguirse con su aplicación, pero con más rigor y hasta que se reconduzca la situación dentro de la legalidad constitucional. Por cierto, que es mucho mejor o menos malo, seguir aplicando, en caso de necesidad, este artículo que el 116, que contempla la situación de alarma, excepción y sitio, que nadie en su sano juicio desea que llegue a producirse.

Corresponde a los dirigentes de los partidos políticos en liza en estas elecciones, como máximos responsables de lo sucedido, encontrar el punto o puntos de engranaje o unión para despejar el futuro inmediato, lleno de nubarrones. No cabe duda de que se han despejado algunas situaciones que amenazaban de inmediato la paz y el sosiego de los catalanes y del resto de los españoles. Es cierto que se ha tenido que cesar a todo un gobierno que se había lanzado al monte, en su delirio independentista, al tiempo que, por la lógica actuación de los tribunales en un Estado de Derecho, se ha terminado imputando e incluso encarcelando a algunos de los más destacados dirigentes de una rebelión ciertamente peculiar, hecha desde el poder, no exenta de violencia, como dice el Tribunal Supremo, y como tuvimos todos ocasión de presenciar en la televisión en los momentos más relevantes de la protesta callejera independentista, como fue la contundente obstrucción a la comisión judicial en la Conselleria de Economía, y el asalto y destrucción a los vehículos de la Guardia Civil.

Es evidente que la situación creada con los resultados electorales, no por esperada, ha resultado menos compleja, puesto que no ha dado tiempo suficiente para resolver, desde el Gobierno central, los muchos problemas acuciantes de la autonomía afectada y en el resto del país: paro, bajos salarios, listas de espera sanitaria, impago de prestaciones sociales, etcétera, por el plazo tan perentorio fijado para la realización de las elecciones, en gran parte debido a la presión ejercida por el PSC-PSOE y Ciudadanos. Sin embargo, es lo cierto que, al menos en estos momentos, parece haberse conseguido un mayor sosiego. Los catalanes han votado legalmente, y las urnas han decidido de manera transparente e indiscutida; por tanto un éxito democrático. Ahora resta aplicarse al quehacer autonómico respetando la ley para bien de todos.

En cualquier caso, con el increíble empecinamiento de la izquierda en general, en el apoyo a las tesis del nacionalismo-independentismo, bien por acción u omisión; siempre se logra que gane la derecha, sea constitucionalista o independentista: ejemplo: primero, Ciudadanos, y segundo, PDeCAT. ¿Hasta cuándo este desatino?