Si 2018 se inicia con un relativo optimismo respecto a la economía mundial y los países emergentes, el año puede reservarnos algunas sorpresas (geo)políticas internacionales nefastas. No vendrán de Rusia donde Putin debería mantenerse en el poder con un cuarto mandato, teniendo a la oposición amordazada. Tampoco vendrán de Oriente Medio con la creciente rivalidad entre Irán y Arabia Saudí, o las tensiones nucleares entre Washington y Pyongyang, porque ya en 2017, los escenarios estaban establecidos.

En cambio, en Estados Unidos la sorpresa puede surgir cada día o cada hora con un presidente totalmente imprevisible y que divide a su país. Trump se prepara para las elecciones a mitad de su mandato. Y puede llevar al Partido Republicano al fracaso electoral. Además de que también puede estar amenazado por un eventual impeachement.

Demostraciones de fuerza política. Mientras que Cuba se prepara suavemente para acabar de concluir la época castrista, Venezuela está ya en (casi) quiebra y el presidente Maduro fuerza las reglas constitucionales y políticas para ganar un segundo mandato en 2019, redibujando el paisaje político, manipulando los datos de escrutinios y acallando a la oposición. La ira de la calle está emergiendo y las contestaciones, como la reacción de Maduro, se harán cada vez más violentas.

En Turquía, el presidente Erdogan actúa más o menos de la misma manera al concentrar los poderes, teniendo en el horizonte las elecciones generales de 2019. Los acercamientos con Rusia y el alejamiento de la Unión Europea serán el contexto del futuro plebiscito.

Cambios peligrosos en Arabia Saudí y otra intifada. Tradicionalmente conservadora, Arabia Saudí también está siendo sacudida por cambios políticos y civiles. Riad intenta relanzar su crecimiento económico, reduciendo su déficit. Sin embargo, el príncipe heredero, Mohamed ben Salman, nombrado en junio pasado como número dos del régimen, debe obtener resultados rápidos para no quedar debilitado con sus maniobras políticas. Pocos le perdonan la purga de finales de 2017 contra los ejecutivos y políticos sospechosos de corrupción.

Por otra parte, la declaración de Trump sobre Jerusalén ha ofendido a los musulmanes en todo el mundo, aunque la mayoría de los regímenes árabes permanecerán próximos al inquilino de la Casa Blanca, sin preocuparse demasiado por la situación de Jerusalén. La ineficiencia de Washington en la región ha dado vía libre a una preponderancia diplomática de Irán y Rusia, así como de Turquía.

Tanto para la región como para todo el mundo, la declaración de Trump ha contribuido al esfuerzo de propaganda radical y terrorista. Aunque el EI está moribundo, el peligro de un aumento de ataques contra EE UU y sus aliados es real. El proceso de paz, enfermo terminal, está siendo ya enterrado por el presidente americano, lo que podría desencadenar una nueva intifada, quizás no violenta y duradera como la de los años 80, pero agravará la inestabilidad de la región (Siria, Egipto, Libia, Cisjordania...).

China agresiva. Desde hace tiempo, China sostiene una política agresiva a través de la manipulación, la intimidación o la coacción; lo que ha generado una seria preocupación entre países como Australia y Nueva Zelanda. En el ámbito comercial, vamos a asistir a un recrudecimiento de los conflictos entre China y EE UU, así como con la UE.

Europa debilitada. En Europa, 2018 será el año de las negociaciones del brexit con un nuevo acuerdo de libre cambio entre Bruselas y Londres. Numerosas incertidumbres, como la cuestión de Irlanda del Norte, marcan el divorcio entre la Unión Europea y Reino Unido. Ambas partes perderán económica y políticamente. Quizás una primera víctima política será Merkel, cuya popularidad cae en una Alemania cansada de liderar Europa. También, los preparativos del brexit medirán la voluntad política de los 27 Estados miembros en la reconducción del proyecto europeo: una Europa a la carta, una Europa restringida pero integrada o el retorno a las soberanías nacionales.

En definitiva, 2018 anuncia un año sometido a tensiones internacionales que, a menudo, tienen por origen la voluntad de grupos políticos o países de consolidar tanto su poder interno como su posicionamiento internacional.