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Cuenca cercana

Medio mundo se despuebla, para que el otro medio se sature. Si Cuenca fuera italiana o francesa tendría en la sección de viajes, guías y monografías de quinientas páginas. El urbanita orgulloso sólo es un paleto, un fugitivo, un indocumentado que llegó antes, de manera que Donald Trump no es el único en detestar a los emigrantes «de países de mierda»: hay un racismo mesocrático que confunde la falta de medios con la ausencia de atractivos. No importa. Esta vez encontré a los de Cuenca más comunicativos que de costumbre: es la única capital manchega que ha perdido población y, quizás por eso, te dan palique y abordan a los japoneses como si fueran del mismo Tarancón.

Un buen señor nos enseña, bajo el aguanieve, la nave de la catedral (medio vikinga gracias a doña Leonor de Aquitania, la hija de la famosa protectora de trovadores), que se hundió a principios del XX, la necrópolis, la iglesia de San Pantaleón, la fundación Antonio Pérez (colecciones de Saura y Gordillo y algo del Equipo Crónica y de Eduardo Arroyo), el convento carmelita y hasta la casa de José Luis Perales. Queda para otro momento la otoñada de los mimbres en Priego, aunque sí llegamos a tiempo de visitar Cañete y sus puertas con arco de herradura, el panteón de los marqueses de Moya y a punto estamos de hundirnos en un barrizal tras las huellas del titanosaurio de Fuentes.

Cuenca es prodigiosa incluso antes de pillar mesa para disfrutar del morteruelo y otros clásicos. Un poco antes de Cañete, la carretera discurre entre acantilados excavados por el Cabriel, no tan espectaculares como la Ciudad Encantada, pero que tienen el mérito de ofrecerse al descubrimiento del viajero. En eso que me llegan en tropel los wasaps de Julio Casanova, un amigo, que se siente arrebatado por el poder de los recuerdos: entre el 64 y el 67 terminó el Bachillerato en Landete bajo la vigilancia estricta de un camisa vieja. «Don José, el cura -escribe- procesionaba tocado con bonete de cuatro picos y la bota de vino colgada del brazo derecho trasero de las andas, Dios le tenga en su gloria».

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