Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

¿Merece el PP nuestro perdón?

Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir». Pasarán a la historia las palabras del rey Juan Carlos I pidiendo perdón en abril de 2012 cuando se accidentó durante un viaje de cacería a Botsuana. Un error, no tanto por el viaje en sí, sino más bien, por el contexto en el cual se produjo. Recordemos que, en aquel momento, el país atravesaba una delicadísima situación económica: eran los tiempos en los que se disparaba la prima de riesgo y la bolsa caía en picado en cuestión de segundos. Por aquello de que vale más una imagen que mil palabras, la de aquel perdón será difícil de olvidar. Un rey no se disculpa todos los días.

La acción de perdonar implica que, de alguna forma, demos por zanjado aquello que se disculpa, quedando el perdonado libre de toda responsabilidad por la acción cometida. En algunos casos, el reconocimiento del error hace las funciones de penitencia. Pero, una cosa es equivocarse y otra delinquir.

En plena ebullición del caso Gürtel con el inicio del juicio por la presunta financiación ilegal del PP en la Comunitat Valenciana, la presidenta del partido, Isabel Bonig, dice que ellos ya pidieron perdón en el congreso regional. Lo que hace que nos planteemos la cuestión de si debemos perdonar la corrupción. O, mejor dicho, si merece el PP nuestro perdón.

Es muy difícil perdonar a un partido político con un sinfín de causas judiciales por corrupción cuando no se asumen responsabilidades políticas. No se puede perdonar a quien en vez de colaborar con la justicia, resulta que va a ser juzgado por la destrucción de los discos duros de los ordenadores que contenían la contabilidad de la organización. No merece ser perdonado el partido que ha llevado a cabo una reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal que, con la excusa de agilizar la justicia penal, acorta los plazos de la fase de instrucción y sustituye el término imputado por investigado, para paliar el efecto negativo del mismo.

Habría merecido nuestro perdón si hubiera asumido responsabilidades, hubiera colaborado más con la justicia y viéramos que hay una clara apuesta por dotar de mayores medios al poder judicial y a la administración de justicia para luchar contra la corrupción. Le podríamos perdonar si llevara a cabo verdaderas medidas y reformas legislativas contra la corrupción. Si observáramos que no hay ningún tipo de injerencia del poder político sobre el judicial.

Es una irresponsabilidad tremenda creerse merecedores del perdón de la ciudadanía en estas condiciones. La corrupción degrada la democracia, merma nuestra confianza en las instituciones y desprestigia la política. Isabel Bonig debería entender que esto no va de pedir perdón, el problema de la corrupción en su partido y las consecuencias que genera es muy serio. Debemos exigir responsabilidades y cambios que eviten que algo así vuelva a suceder.

Compartir el artículo

stats