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Gürtel. Las confesiones del miedo

Ceremonia de la inmolación programada? No. ¿Hablar por fe en la justicia? No. ¿Confesar por arrepentimiento de los pecados mortales? Tampoco. ¿Miedo a una larga temporada en la cárcel sin ser Pablo Escobar en «La Catedral» de Colombia? Tal vez.

Asistir al desmoronamiento programado por la Fiscalía de una época de sonrisas, grandes restaurantes, descorches de champagne, pecados perdonables, impunidad, escenarios de azul intenso salpicados por gaviotas -o charranes, qué más da-... y un montón de dolorosos adjetivos más se convierte en un espectáculo irreal pero lleno de morbo. Quizás abyecto, pero muy revelador.

¡Lástima que no exista una televisión que nos permita ver en directo los rostros de los implicados ante determinadas declaraciones! Eso sí que sería un auténtico programa de telerealidad («reality show» para las mentes anglófonas, esas que se decantan por los «runners» frente a los corredores de toda la vida).

Resultaría muy clarificador poder ver a toda pantalla el gesto de Ricardo Costa, el exsecretario general del PP valenciano, mientras Francisco Correa le da el «tiro de gracia» (en sentido figurado, que ahora hay que aclararlo todo. Malos tiempos para la ironía) . O la de Alberto Fabra al enterarse de que Pablo Cespo había pronunciado su nombre impoluto en la sala de vistas. O la de Alejandro Agag, el rey de los contactos y las carreras eléctricas, cuyo nombre rasgó el aire como uno de los bólidos silenciosos que patrocina.

Pero ya nada es igual en estos asuntos judiciales. Se ha perdido la sobriedad, solemnidad y el lustre ajado de aquellas salas de vistas recubiertas de madera vieja y presididas por un crucifijo junto a la imagen del Rey de turno. Ahora las revelaciones se ventilan sobre un escenario de Ikea, aseptico, en medio de lo que parece un polígono industrial.

Aún así, echo de menos los gestos, el semblante, el rictus, la imagen no verbal; ese segundo en el que no puedes controlar los músculos de la cara ante una situación imprevisible, una declaración que te pone contra las cuerdas o desvela un secreto que pensabas enterrado. Esa mueca que desvela que te han pillado.

Las revelaciones sobre la trama valenciana del caso Gürtel, el Orange Market del que este periódico empezó a hablar hace ahora más de doce años, prometen no dejar títere con cabeza en ese partido «descentralizado», que dice ahora el coordinador general del PP, Martínez-Maillo, para quitarse las pulgas de encima.

David Foster Wallace, un brillante y peculiar diseccionador de la sociedad norteamericana decía en su obra «Extinción» : «Es un hecho comprobado que cierta gente es corrosiva para la autoestima de los demás simplemente en calidad de quiénes son y de qué son».

Y si encima hablan,...

(Eso último lo añado yo; que me perdone el autor de la obra «La broma infinita»).

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