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Sin refugiados climáticos

El cambio climático ha sido protagonista esta semana del primer Congreso Catalán de Derecho Ambiental organizado por la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, bajo la coordinación del profesor de Derecho Internacional Público y director del CEDAT. Uno de los muchos e interesantes diálogos científicos se centró en las implicaciones del calentamiento global para los derechos humanos y las migraciones. Entre los diversos argumentos destacó la figura de los refugiados climáticos, tantas veces aludida para advertir migraciones desde países en vías de desarrollo afectados por los efectos del calentamiento global. Por ejemplo, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, aseguraba el pasado junio en el Parlamento de Estrasburogo que incumplir el Acuerdo de París supondría «empujar al exilio a 250 millones de refugiados climáticos». En primer lugar, la profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos II de Madrid María Eugenia Rodríguez Palop comentaba que esta distinción estaba muy cuestionada, ya que solo algunos regímenes jurídicos, como los de Suecia o Finlandia, reconocían los refugiados climáticos específicamente. La Convencio?n sobre el Estatuto de los Refugiados de Ginebra (1951) y su Protocolo (1967) consideran que se puede alcanzar esta condición por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones públicas que se encuentren fuera del país de su nacionalidad. Y no se apuntan motivos ambientales. La definición implica que las personas han cruzado una frontera internacional, cuando a menudo, las migraciones por motivos ecológicos son regionales, mientras que existen dificultades para caracterizar el cambio climático como persecución. La idea de refugiados climáticos también llevar a confusión, porque este tipo de movimientos de población no únicamente está relacionada con los impactos del calentamiento global, sino también con profundas transformaciones del territorio causadas por la intervención de industrias y gobiernos, como grandes explotaciones de recursos naturales, contaminación, deforestación, pérdida de suelo fértil, etc. Por ello, Rodríguez Palop apostaba por hablar de «migraciones socioambientales».

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