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Prefiero el azul

La empresa Pantone, que se dedica a la venta de muestras de color estandarizadas por todo el mundo, ha decidido que el color de 2018 será el morado. El verde del año pasado ya es agua que no mueve molino, de modo que preparémonos para estar a la onda: el ultravioleta 18-3838 es lo más. Solo tengo que decir que es un color que no me gusta nada, y no creo que en España se imponga (rezo para que no suceda, por Dios), pero me evoca momentos de la infancia abriendo una tableta de chocolate Milka, y solo por ahí me han ganado.

La suma del rojo con el azul ha parido este color, el moraíto con el que se vestía el cantante Prince y que dio nombre a su Purple rain. Ahora nos bombardearán los entendidos en moda con ese tono frío utilizado por el movimiento sufragista británico de principios del siglo XX, ¡qué le vamos a hacer!

Precisamente ahora se cumplen cien años desde que se reconociera en Gran Bretaña el derecho al voto a las mujeres (solo de las mayores de 30 años siempre y cuando ellas o sus maridos estuvieran en posesión de una propiedad, ojo). Ese mismo año se modificó la ley para que las mujeres puedan presentarse al Parlamento y 8,5 millones de británicas votaron por primera vez en unas elecciones parlamentarias el 14 de diciembre de 1918. Suena a cuento medieval, pero sucedió sólo hace un siglo.

Así que solo por eso también elijo este año el púrpura. La empresa Pantone justifica su elección para evocar «un estilo de contracultura, la originalidad, el ingenio, el pensamiento visionario que nos dirige hacia el futuro» y otras chorradas sobre los tiempos que vivimos, como la «cualidad espiritual de la conciencia» que le atribuyen a esta tonalidad. Pero más allá del producto, tenemos una buena razón para rendir homenaje a quienes allanaron el camino para que hoy veamos normalizada nuestra existencia casi con el mismo rasero que la masculina.

Y digo casi porque no somos iguales, ni debemos serlo. Somos diferentes, y menos mal, aunque sí hemos de exigir que se nos dé el mismo trato.

Que disfrutemos de los mismos derechos y de igualdad de oportunidades no nos hace idénticas, ni debemos pretender serlo. Ni embrutecernos por asemejarnos a los más machitos, ni creer que pensamos como ellos, porque los circuitos de sus pensamientos discurren por caminos diferentes de los nuestros. Celebremos que vivimos en 2018 y su color de moda, pero mi color es el azul, dónde va a parar.

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