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... Y a otra cosa

Hay que aliviar la tarea de los locutores de Madrid que tienen como suplicio diario desfigurar el nombre oprobioso de Puigdemont (técnicamente un fugado de la justicia), un nombre que suena, en lenguas matritenses, algo así como Puigdelluny (justicia poética y ganas de hacerlo difícil), variante a sumar a las de Fuigpelmón y Fuigbenlluny. Es decir que hay que dejar de hablar del desafío y que el de Bruselas no impregne el periódico de orilla a orilla. El primer partido que abandone el empeño simiesco de marcar paquete y retar al otro, sea unionista o secesionista, se llevará un buen puñado de votos, votos prestados que quizás no vengan de los suyos. Mejor: en ningún sitio se está como fuera de casa (Rafael Azcona).

Ya dije que fue una mala idea la presencia de Felipe VI en la reunión de locos egregios de Davos, pues esos señores no quieren darte nada sino saber que piensa y trama el negro, el servicio, los del piso de abajo, y han decidido que el conflicto catalán sitúa a España en el nivel de inestabilidad de Polonia o Hungría. Puede, pero nunca hemos tenido tantos fachas como ellos. Ni con Franco. Un respeto. Tampoco necesitamos mediador internacional alguno: nos vale con nuestros partidos baldados y, si fuera menester, recurrir a una legión de dignatarios para que eleven preces al cielo (de El Escorial y Montserrat), a ver si se apean del vértice del pubis, que parece que es lo único que les interesa.

Como leo La Vanguardia con regularidad, asusta un poco el nivel de frivolidad de colaboraciones, de presunto fuste intelectual, que enmascaran con alusiones a los juegos de azar y a la creatividad del presidente prófugo, de buena fe, con un esfuerzo debidamente retribuido o por meras ganas de enredar, la cagada de declarar la independencia y no tener ni un solo criterio para el día después. El azar es muy importante en todo, se perdió un reino por un caballo, pero ni Dios ni la política, juegan a los dados. Por mi, Puigdemont que se quede en Bruselas y Francisco Camps en el CJC, una manigua más densa que la selva de Darién. Y a otra cosa.

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