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El PP no tiene quien le escriba

Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» comenzaba la brillante prosa de la Primera Catilinaria del gran tribuna Marco Tulio Cicerón. Que hoy la hubiera pronunciado igual mirando a la cara de los dirigentes del PP valenciano. La sombra de la desdicha es honda y no pasa fácil cuando uno tiene que admitir a diario los sapos ,culebras y demás reptiles derivados de su gestión anterior. Y el PP valenciano lo tiene muy mal de cara a recuperar la dignidad y credibilidad de eso que ahora se llama «marca» y antes «siglas».

El caso Gürtel aletea como un auténtico buitre capaz de llevarse por delante durante mucho tiempo todos los esfuerzos de gentes que, proviniendo como es lógico, del antiguo PP ( la historia es irrenunciable y así se escribe) están haciendo ímprobos esfuerzos por mejorar su gestión y procurar algún futuro en la Comunidad Valenciana a un tren desgastado y angosto en sus vías, ramales ,meandros y estaciones.

Pero no parece ser suficiente. Cuando las cosas parecen ir encarrilándose ligeramente, pese a los errores de grueso calibre en la gestión de su necesaria regeneración partidaria, vuelve el pasado, ese que siempre estuvo presente pero relativamente oculto, a estar en la palestra de los casos de aquella corrupción que avergüenza a la Comunidad Valenciana y a todos a los que de un modo u otro fueron sus protagonistas o comilitones de ellos.

Y, sin embargo, el PP es un partido que merece tener un futuro. Entre otras cosas porque es la principal fuerza del centro derecha valenciano y lo va a seguir siendo tras las próximas elecciones autonómicas aunque no logre diputados suficientes en Les Corts Valencianes para formar gobierno en la Generalitat que es lo que le va a suceder.

Ximo Puig, de quien ignoró si fuma o si lo hizo, podría muy bien ir prendiendo fuego a buen cohiba lancero para ir disfrutándolo en la soledad, cuando la tenga, de su despacho del Palau de la Generalitat o en un fin de semana en Morella. Con pausa, viendo las volutas de humo ascendiendo por el aire buscando el próximo Sexeni. Tiempo tiene, ya, para ello y no digamos el que va a tener la próxima legislatura.

El PP tiene que pugar todavía mucho banquillo y mucho juicio mediatico. Lo peor aún no ha llegado. Y no tiene otra alternativa que pasar por ello. La justicia en España es lenta, incluso muy lenta, pero el único consuelo de la gente decente es que siempre llega y siempre actúa.

Detesto los juicios axiológicos y los juicios de honor. No seré yo quien me sitúe entre aquellos que desde hace tiempo hacen hogueras tribales en torno al partido de la gaviota esperando un buen auto de fe. Para autos de fe grandiosos, el de Don Carlo de Verdi.

Las causas generales, «les etats généreaux» tan jacobinos como irrespirable Francia. La ley de Linch tampoco es mi fuerte y mucho menos si estoy hablando de un partido en el que milité muchos años, hasta el 2007 (la verdad es que supe que ya no estaba dado de alta en él porque me lo contó Isabel Bonig, y siempre le estaré agradecido a Angel Acebes por su buen hacer conmigo, su cordialidad y cumplimiento de los requerimientos estatutarios antes de fulminarme, Laus Deo Volente) y por tanto en el que guardo amigos y ex compañeros tanto de militancia como de los grupos institucionales de los que tuve el honor de formar parte, muy especialmente mi paso por el Congreso de los Diputados.

Por eso yo le deseo un futuro al PP valenciano. Porque creo que lo contrario es dañino y destructivo para la democracia valenciana. Se lo deseo honesto. Se lo deseo limpio. Se lo deseo decidido. Se lo deseo posible y se lo deseo viable en forma y tiempos.

«O tempora, o mores!» exclamaba Cicerón en la Catilinaria antedicha refiriéndose a la maltrecha cronología que le tocaba vivir y a las corruptas costumbres que traerían, como así fue, la caída del Estado y la República, el advenimiento de César y la muerte del Tribuno por las conspiraciones de los asesinos de César.

No estamos en un escenario de tanta grandeza con el PP valenciano. Pero yo hablo de esta olvidada parte de nuestra historia pretérita como glorioso ejemplo de lo inevitable.

El PP debe ,si quiere volver a gobernar la Comunidad Valenciana algún día, volver a reescribir su «relato», su «discurso» político. Y debería ser atractivo para los valencianos y regenerador y alternativo politicamente al del Consell de la Generalitat.

Claro hoy le es muy dificil cuando no imposible. No tiene escribas, ni escribanos, ni escritores, ni aficionados a ello por lo visto lo suficientemente avezados y librados en mil batallas parlamentarias para darle el impulso dialéctico que precisa.

Lo logró María José Catalá la semana pasada defendiendo la posición del Grupo Parlamentario Popular en la PNL que pedía la recusación de Camps como miembro del Consejo Jurídico Consultivo de la Generalitat. Y era venenosa la propuesta de su intervención.

Eso es lo que hay que ir construyendo. Un relato que vaya, con mucho tiempo por delante, el que los electores estimen oportuno, haciendo visible y viable una nueva propuesta política bajo las siglas del PP valenciano. Con independencia de los embates demoscópicos de Ciudadanos que se irán esfumando como los de Podemos con el vendaval de las modas políticas de ocasión y menor rango.

Pero hoy , y termino, el PP no tiene quien le escriba. Y debería encontrarlo. Porque las agonías con razones a favor son menos y las angustias compartidas con habla, lumbre y buen vino menores.

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