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Próxima glaciación

Mientras Carles Puigdemont intenta secuestrar a Cataluña con un pleito legitimista -carlismo puro-, Mariano Rajoy nos reduce a su dominio en un aprisco inmóvil y triste (lean, por favor, a José Luis Villacañas, en Levante-EMV) y ya dura más que Felipe y, cuidado, hay riesgo de que dure tanto como Franco o Fidel, gallegos todos. El mundo sigue su curso y no se puede decir que con notables y sobresalientes pues hemos aumentado las emisiones de CO2 en un tercio, en un solo año, en España, pese a que la temporada ha sido ventosa (molinos) y a que el sol (paneles) sale siempre por Antequera. Prefieren quemar carbón, que asciendan las fumarolas de la Bolsa. Bienvenidos al circo sensorial. Nada de lo que verán será cierto, ¡pero es tan entretenido!

El periodista Antón Losada ha dejado claro que las pensiones no están amenazadas por la baja natalidad, el gasto mayor o la pirámide de población, sino por la mierda de salarios (y de cotizaciones) impuestos con la excusa de la crisis: las empresas han doblado beneficios. La crisis, como siempre, ha encontrado en el cuerpo y el alma de la mujer, la elocuencia de los síntomas. Las periodistas francesas y las de la BBC protagonizan revueltas de despacho para exigir la equidad salarial y de oportunidades. El Gobierno de Theresa May dice que investigará. No mujer, no investigue: mire en las islas del mar de las Antillas, que también Caribe llaman, y encontrará un montón de depósitos en negro que funcionan desde los tiempos corsarios.

¿Se acuerdan de aquellas azafatas españolas que se quejaban de desempeñar su labor en minifalda y desmangadas, en el crudo enero y con las nalgas convertidas en dos bolas de helado de vainilla (y perdón por la imagen, tan sugerente)? Luego hubo aquel motín de las azafatas del Presidents Club de Londres, también de minifalda, con un contrato clandestino, manoseadas e incitadas por varones más bien prostáticos. Parece que Davos, Rajoy y Trump nos deslizan hacia una nueva glaciación en la que se nos helarán los osos, los madroños y hasta el chumino.

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