Las elecciones a rector/a de la Universitat de València del próximo 22 de febrero han dado paso a tres candidatos. Más allá de que tras las elecciones una mujer pueda o no dirigir por primera vez la Universitat, lo que nos jugamos en estas elecciones es la propia excelencia de la institución. Su situación financiera pasa por momentos difíciles, como reconocía en este mismo diario el pasado domingo el rector saliente, Esteban Morcillo, al alertar de que la Universitat trabaja con «un nivel de financiación de una década», lo que entraña «una grave dificultad para mantener la calidad de nuestra producción científica».

En efecto, la persistencia de la deuda pesará como una losa sobre los presupuestos a la hora de mejorar la calidad de los recursos humanos, tanto en profesores como en personal de administración y servicios. Esta situación de asfixia financiera, planteará serias dificultades para mantener el Sello de Excelencia Europea para la investigación que, en 2017, le concedió la Comisión Europea y que le obliga a respetar estándares de calidad exigentes y acordes con los europeos en la contratación de científicos, y a mejorar sus condiciones de empleo y su calidad docente e investigadora.

Cualquier universidad que se muestre incapaz de superar la actual insuficiencia financiera dejará en papel mojado las bienintencionadas previsiones del equipo rectoral saliente, y quedará inhabilitada para resolver la huelga de profesores asociados que, con toda justicia, reclaman salarios dignos, reconocimiento y perspectivas de carrera profesional. Así pues, el candidato a rector/a ha de poner todo el énfasis en un programa que sea innovador y, al mismo tiempo, estimule a todos los estamentos universitarios, proponga un modelo de gestión que haga posible recobrar la solvencia financiera y resuelva, a corto y largo plazo, los déficit continuados de los balances.

Entre los candidatos, brilla con luz propia María Antonia García Benau, catedrática de Contabilidad y Economía Financiera, arropada por un selecto grupo de académicos con experiencia en la gestión universitaria. No estamos ante burócratas, sino académicos de primer nivel dispuestos a dejar a un lado su vanidad personal para trabajar, de forma cohesionada, en la política universitaria. Se trata, en definitiva, de un equipo de profesionales académicos competentes, y capacitados para terminar con la anemia financiera de la Universitat. García Benau es una profesional experta en auditoría de cuentas, de reconocido prestigio internacional. No sólo eso, también tiene experiencia contrastada en gestión académica, pues fue vicedecana de la Facultad de Economía, Vicerrectora de Ordenación Académica y Profesorado con el rector Pedro Ruiz, y secretaria general del Consejo de Universidades con María José San Segundo, ministra de Educación del gobierno socialista de Zapatero. En el ejercicio de este último cargo, y en el marco de Bolonia, fue miembro de la Comisión de Renovación de las Metodologías Educativas de la Universidad, y de la Comisión de Expertos encargada de los nuevos títulos universitarios en España. Por otro lado, sus méritos profesionales están también más que avalados, dejando una impronta de calidad y honradez profesionales sin tacha.

Es obvio que nos encontramos ante una mujer de gran talla académica, talante abierto y espíritu dialogante. Pero, asimismo, de gran valía personal, con la firmeza a la que obliga la toma de decisiones difíciles, apasionada por su trabajo universitario, e ilusionada por introducir la innovación en la Universitat y por defender su autonomía. Se trasluce en su programa, innovador y sensible a las exigencias éticas de las instituciones públicas. Así ocurre con la creación de una Oficina Económica y de Trasparencia, que detecte graves problemas contables y dé cuenta a la sociedad valenciana de los presupuestos de la Universitat.

Igualmente, introduce incentivos para el profesorado (PDI) y el personal de administración y servicios (PAS), en materia de promoción en la carrera, reducción de jornada laboral, guarderías, etcétera. En cuanto al profesorado contratado, establece como objetivo terminar con la precariedad en el puesto de trabajo, y rejuvenecer las plantillas. En el ámbito internacional, se propone expandir las capacidades internacionalización que atesora nuestra Universitat mediante el intercambio de profesores y alumnos, y la organización de redes sociales llamadas a este fin. Todo ello, sin descuidar una esmerada atención a los intereses de los estudiantes, lo que comprende una rebaja de las tasas de matrícula, la creación de una oficina para el futuro empleo, y prácticas en empresas, entre otras propuestas.

La candidata, junto con los profesionales que la acompañan en su equipo, constituye a todas luces la mejor apuesta que puede realizar la comunidad universitaria para poner el reloj de la Universitat de València en la hora del siglo XXI: la hora de la innovación, la internacionalización y la excelencia académicas.