Examinemos nuestra realidad: vivimos en un municipio, compramos en áreas comerciales de otro vecino, vamos al cine a otro y visitamos a nuestros familiares en una residencia en otro. ¿O no es así? Atravesamos calles y cambiamos de término municipal sin darnos cuenta. Querríamos movernos con facilidad por este territorio sin cambiar de billete cuando vamos en transporte público o con carreteras conectadas para no perdernos si vamos con nuestro coche. Esta es nuestra realidad cotidiana, el contexto de nuestra existencia diaria. La gran pregunta es si nuestro territorio y nuestra administración están adaptadas a esta realidad que muchos llamamos metropolitana.

Pero además de alimentarse del día a día, los debates que tenemos planteados en la Comunitat Valenciana no deben estar desconectados del contexto europeo. Mirar más allá de nuestras fronteras es necesario para no caer en estériles polémicas. ¿Qué se está haciendo en Europa al respecto de las áreas metropolitanas? Exploremos la situación a partir de un documento objetivo y real como la investigación que la OCDE realizó en 2014 sobre esta materia. Esta organización definió un área metropolitana como aquella área funcional de al menos 500.000 habitantes. Con este criterio, se identificaron 275 aglomeraciones urbanas en los países de la OCDE, de las que se pudieron obtener datos de 263. ¿Cuál fue el resultado? En 178 de ellas (el 63 %) no sólo se daba una coordinación de las políticas de transporte y de planificación urbana y territorial, sino que contaban incluso con organismos de gobierno metropolitano. Este porcentaje era incluso más alto en algunos países: en Francia, Irlanda, Holanda, Nueva Zelanda, Portugal, Suecia y Suiza, el 100 % de sus áreas metropolitanas no sólo cuentan con una coordinación de la planificación territorial de sus municipios integrantes, sino que disponen de una autoridad metropolitana única sustentada en un cuerpo de gobierno propio. Cerca se hallan los Estados Unidos y Alemania con más del 80 % de sus áreas respectivas. ¿Y qué coordinan y gobiernan estas autoridades? Tres ámbitos fundamentales: políticas de desarrollo regional, transporte y planeamiento urbanístico.

España dista mucho de otros países de su tamaño y tradición en este ámbito. De la veintena de áreas metropolitanas españolas, sólo Barcelona (desde 2010) y Vigo (2012) cuentan con instituciones metropolitanas. Y más sangrante todavía: la primera y la tercera ciudad de España (Madrid y Valencia) carecen de un instrumento de planificación territorial metropolitana. El panorama en otros países es radicalmente distinto: en Francia, por ejemplo, la autoridad metropolitana de Lyon cuenta con 8.000 funcionarios y un presupuesto de 1.346 millones de euros (422 aportados por el estado francés) para gobernar 59 municipios y un total de 1,3 millones de personas. De manera más modesta pero no menos moderna, Porto, con 1,7 millones de habitantes y 17 municipios, dispone de 55 empleados y 3 millones de euros anuales para promover la planificación estratégica y la coordinación municipal. Incluso Polonia ha sido capaz de movilizar 3.000 millones de euros anuales para impulsar la coordinación metropolitana en sus 16 aglomeraciones urbanas. La cuestión metropolitana es todavía una asignatura pendiente en España.

En la Comunitat Valenciana estamos abordando una realidad que ya es visible en las calles: aquella que muestra que los movimientos de personas y de actividades ya no se circunscriben a los límites municipales. Hoy, la vida cotidiana desborda los límites administrativos. Y debemos ser capaces de extraer consecuencias. Nadie pretende borrar las competencias municipales. Ni siquiera se está planteando un gobierno metropolitano, lo que por otra parte en muchos países es habitual, como hemos visto. Mediante los Planes Territoriales de ámbito metropolitano (de València, de Castelló y de Alicante y Elx), mediante los Planes Metropolitanos de de Movilidad, mediante la reasignación de las áreas concesionales de autobuses interurbanos y mediante el impulso a la Autoridad del Transporte Metropolitano de València (que ya tiene gerente y presupuesto) lo que buscamos es un mejor territorio, más eficiente, receptivo y sostenible y una calidad de vida mayor de los ciudadanos y ciudadanas. El trabajo de la OCDE que citamos al principio muestra un dato incontestable: cuando se les preguntó a las personas que residían en estas 263 aglomeraciones urbanas si estaban satisfechas con su sistema de transporte, el porcentaje de respuestas positivas mucho más alto (casi quince puntos) en aquellas que sí contaban con una autoridad conjunta de ámbito metropolitano que en aquellas que no lo tenían. Porque coordinación es eficiencia territorial y mayor calidad de vida.

Alejemos pues los fantasmas de la pérdida de autonomía, de la sujeción al vecino, de la imposición. Nadie pretende esto. Europa y la OCDE no funcionan así y tienen una experiencia dilatada en cooperación metropolitana. Simplemente visitemos a nuestros vecinos: Francia y Portugal sin ir más lejos. Que España no cumpla con sus deberes incentivando esta nueva escala de la vida cotidiana de la gente no debe impedir que autoridades autonómicas y locales, en virtud de sus competencias en ordenación del territorio consagradas por la Constitución, no avancemos para conseguir un mejor territorio. El papel pasivo del Estado español en esta materia es decepcionante pero puede ser enmendado por la actuación conjunta de autonomías y entes locales. Como ha señalado el experto Andreas Hildenbrand, el INE no cuenta con ninguna categoría metropolitana de clasificación de datos, como si no existiera este ámbito de vida en nuestra realidad cotidiana.

No debemos acabar esta reflexión sin señalar otra ventaja de la coordinación territorial metropolitana. Se calcula que en estos momentos hay entre 5.000 y 6.000 millones de capital riesgo procedente de fondos de inversión mundiales planeando anualmente sobre España. Su destino será aquellas aglomeraciones urbanas en las que el territorio sea eficiente, sostenible y atractivo. Y esto sólo puede abordarse, en esta fase de mundialización, a la escala correcta: la metropolitana.

Rompamos pues viejas inercias. Acerquemos posiciones a Alemania y Francia, donde prácticamente todas sus áreas metropolitanas cuentan, al menos, con una coordinación intermunicipal. Acerquemos la Comunitat Valenciana a ese horizonte. Demos el salto al futuro que será, también y especialmente, metropolitano. Vecinos y vecinas de nuestras grandes y medianas aglomeraciones serán los primeros en agradecerlo. Y eso, sus alcaldes y alcaldesas lo saben.