Los jóvenes, digámoslo con meridiana claridad, son un cero a la izquierda para los Estados que se califican como democráticos y modernos. Con la creación de los modelos educativos actuales que suponían otorgar una educación obligatoria y una protección social esos mismos Estados se dijeron: tenemos a nuestros niños y jóvenes metidos en las escuelas y protegidos para que se eduquen y sean ciudadanos de bien en el futuro; el resto da igual; ya se encargarán los maestros de educarlos, de otorgarles valores y de formarlos para esta sociedad que se encontrarán cuando salgan del encierro de la escolaridad.

Lo que esos Estados no se esperaban es que a los 11, 12, 13, 14, 15 ó 16 años esos niños se convirtiesen en asesinos, violadores, maltratadores o acosadores. ¿Qué está pasando? ¿Por qué niños y jóvenes hacen esto? ¿Son casos aislados? ¿Quiénes son los culpables? ¿Familia, escuela, sociedad, gobierno? Y sobre todo, ¿cuál es la causa de esta situación? Preguntas necesarias y que, me atrevo a pronosticar, serán motivo de polémica y de armas arrojadizas entre unos y otros: que si los padres han hecho dejación de funciones, que si la sociedad se ha vuelto hipercompetitiva, que si el gobierno no toma medidas o€

Soy profesor desde hace veinticinco años, me gusta mi trabajo y procuro educar a mis alumnos y alumnas en los valores propios del buen ciudadano tales como la responsabilidad, el respeto, la empatía o la solidaridad pero me reconozco un grano de arena, una mota, un aire apenas lejano que les llega a mis alumnos cual sonsonete o moralina pasada de moda. Lo que les mola a ellos son sus móviles llenos de juegos interactivos, los programas de la tele donde chicos y chicas son pura mercancía o las voces que les prometen el éxito aquí y ahora. Los valores son cosa de carcas como yo o de padres pesados que se empeñan en educar sin tirar la toalla.

Educar hoy día es una tarea de héroes y heroínas y un ejercicio de insistencia porque, como dice el filósofo José Antonio Marina, para educar a un niño es necesaria la tribu entera y la tribu, la sociedad, hace años, decidió «encerrar» a los niños y jóvenes en instituciones denominadas colegios y con eso los Estados creyeron cumplir sus obligaciones y lavar sus conciencias.

Con la crisis económica, el mal se ha convertido en metástasis porque la sociedad reinante es poco menos que una selva donde la desigualdad campa a sus anchas y la injusticia se ceba siempre en los más vulnerables, los niños, las personas con discapacidad o los migrantes. Y ellos, sí, ellos, están ahí en nuestros colegios: niños con hambre de humanidad, niñas que jamás acabarán la ESO y que son carne de cañón, niños que no tienen agua potable ni luz en sus casas, niñas que huelen en las aulas porque no se duchan, niños que vagan por las calles porque los profes preferimos los que sacan buenas notas a los más conflictivos€

Ellos son la generación perdida de la crisis y, pronostico, seguirán delinquiendo, violando y matando porque a nosotros, los biempensantes, los demócratas de pacotilla nos da igual, porque los maestros seguirán siendo los últimos monos de un sistema, un sistema que sin ellos sería, seguramente el caos. Imagináos multitudes de niños y jóvenes en las calles sin orden ni concierto. Y sin embargo, la escuela carece de medios para afrontar estos problemas urgentes, necesarios y que se deben abordar con valentía y lucidez. Yo no soy, lo siento, un educador social, ni un educador vial, ni un experto en drogas, ni un juez, ni un policía pero quiero, sí, quiero educar en valores, en responsabilidad y respeto, y para ello necesito el compromiso decidido y auténtico de mis autoridades para que hablen de verdad de los problemas y las injusticias que se reflejan en mi escuela y no quiero autoridades que me conviertan en un burócrata rellenapapeles inútiles. Quiero colaborar con otros educadores que eviten que en nuestro lugar de trabajo, un lugar sagrado, el último reducto de los héroes anónimos que se levantan cada día para que vuestros hijos e hijas aprendan a convivir, en ese lugar donde la Educación debiera reinar, no haya violaciones ni maltratos ni violencia.