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Centro de reciclaje

Supongo que por ahí, en las afueras de las grandes ciudades, en las naves que alquilan las grandes productoras, habrá un hueco, unos armarios gigantes, una especie de rincón al que van a parar los actores y actrices que de un momento a otro, o sea, de una serie a otra, de una película a otra, pasan del todo al casi nada, es decir, de estar en la pantalla a estar en el olvido. Esta ley se hace extensiva a cualquier bicho viviente que un día no nos dejaba tranquilos y al otro, cosa de magas, se esfumó como se esfuma el vapor de un guiso cuando abres la olla. ¿Recuerdan al padre Apeles? Hablo de él porque me viene a las mientes como ejemplo de tipejo sabelotodo, de tragaldabas con alzacuellos relamido que te encontrabas en misa y repicando, un curilla de Trento que representó un personaje vomitivo y provocador que era llamado para aliñar las salsas de las tertulias, de los moros y cristianos de la época, vamos, el Paco Marhuenda de los noventa. Y de golpe, desapareció de nuestras vidas, de nuestra tele. También de los noventa, como un personaje de su propio ¿Quién sabe dónde?, dejó de verse el bigote de Paco Lobatón como la estrella que fue en La 1, tan popular que en una encuesta de la época salió como el periodista al que la gente votaría para ser presidente del Gobierno -hoy se podría barajar la posibilidad de que se presentara a tan bajuna responsabilidad Belén Esteban, que lleva incrustada en nuestras vidas 17 años-. A Paco Lobatón lo resucitó la propia tele pública con «Desaparecidos» -ya se lo han limpiado- un remedo del clásico, pero se ve que en el taller de reciclaje algo ha fallado porque el programa que presenta Silvia Intxaurrondo no ha cuajado y el barco ha naufragado, con la de desaparecidos que dejan los naufragios.

Los Eloys

Sin salir de La 1, la que se ha convertido en maestra de nombres recuperados para la pantalla es la serie «Centro médico», un producto que dramatiza con actores casos que han ocurrido de verdad a gente de la calle. Hace unos días casi me llevé un chasco gordo viendo una de las entregas de este docudrama médico al comprobar que quien sujetaba a un bebé era Eloy Arenas, ¿lo recuerdan?, humorista de segunda que hacía monólogos o contaba chistes en programas de la cuerda de José Luis Moreno, papá de Eloy Azorín, el Sastre de «Apaches», Antena 3, serie a la que le quedan cuatro capítulos para terminar. Es urgente que se ponga en marcha uno de esos programas basura donde se narra el día a día, más aliñado por los guionistas que una trifulca potajera en «Sálvame», de familias como Las Campos -estoy convencido de que, cuando llegue el día, ojalá lejano, de la muerte de la madre Teresa, sus hijas contarán en directo el deceso, igual que se deben a la audiencia y les cuentan al minuto los detalles de la última visita al hospital-, pues eso, que si Alaska y Mario tienen su espacio para ventilar sus monadas, papá Eloy Arenas e hijo Eloy Azorín deberían registrar la marca Los Eloys y contarnos su vida de heteros para completar el puzle de la diversidad sexual, que arrancaría con ellos, pasaría por el aguachirle de Vaquerizo y Alaska, y acabaría en Javier Ambrosi y Javier Calvo, Los Javis, que participan en un documental sobre la historia en nuestro país de los derechos LGTB desde los años 70 y que se verá en Playz, la plataforma de contenidos digitales de rtve.es. A lo que voy, ¿qué tiene menos Eloy Arenas, rescatado de su casa por «Centro médico», que la matriarca Campos? El docudrama de La 1 también ha desempolvado a Jorge Jurado. ¿Eh? Sí, Curro, el niño de «Los Serrano». Ahora tiene 24 años, y estudia ingeniería informática, retirado de las cámaras desde que acabó la serie. Igual que hay granjas para recuperar animales, «Centro médico», valga el símil tan poco afortunado, recupera actores en horas bajas, como al murciano Enrique Martínez -desde «Olmos y Robles», 2015, no se le ha visto la mazorca naranja de su pelo-.

Defecar en Honduras

Pero «Centro médico» es un aprendiz recuperando actores del olvido comparado con la maestría y la eficacia de Telecinco recuperando en sus talleres de reciclaje personajes de diverso pelaje y condición, todos en la casilla de salida de un prestigio caduco, de fila quinta, de una fama atrabiliaria, entre cutre y ordinaria, chabacana y pestosa, entre la fama del delincuente y la fama del choni o la meretriz de alcurnia. El último ejemplo lo estamos viendo en la composición de su equipo de señoras y señores que se han alistado para cagar detrás de las palmeras en la isla hondureña de «Supervivientes». Baja estofa. Pura materia fecal. Detrito. Hasta a Francisco, cantante alicantino a la baja, le ha llegado su San Martín para concursar en este mojón, y eso que este señor decía hace un tiempo ser un caballero, español y mucho español, y tener una dignidad y bla, bla, bla. Lástima que no hayan convencido a Camilo Sesto para completar el tándem de las momias vitaminadas bajo el efecto de los focos. Para eso ya están, esa es la verdad, la bipolar Raquel Mosquera, la peluquera más recauchutada de las muñecas de la feria donde el ulular de Chochonas es atronador, y la quinqui Maite Zaldívar, la encarcelada de la Operación Malaya por blanqueo de dinero marbellí, con su trasiego de bolsas llenas de parné cuya polvareda manchó el bajo de los faralaes de Isabel Pantoja, con quien compartió maromo, que hay que tener gana de macho para restregarse con Julián Muñoz. Telecinco, experta en reciclar residuos tóxicos, sabiendo que la mierda flota, sabe hurgar en las tinieblas de la memoria y siempre da con algún fluido que no ha llegado del todo al estado de descomposición. Nos quedan aún sorpresas hasta acabar la lista de los «Supervivientes». Me sentiría muy pagado viendo y escuchando a Francisco, mitad señor, mitad correcaminos, tumbado en las arenas de la isla, declarando otra vez que con Franco vivía muy bien y que jamás le faltó la libertad. Lo que demuestra que hay reciclajes imposibles que ni un centro médico puede solventar.

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