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Espejo diario

Para el periodismo, los periodistas somos más importantes que las empresas periodísticas y más importantes que unos y otras son los lectores a quienes nadie reprende si creen que asistir a un gallinero alborotado de la Sexta, de los que llaman debate político, equivale a estar informado. El periodista es muy poca cosa y todo relieve lo tiene por reflejar la luz de su empresa, por aprovechar, con noble astucia, el desplazamiento de la nave. Dicho esto me permito llamar la atención del departamento de suscripciones de Levante-EMV porque Julio, un amigo de Els Poblets, a veces tiene que ir al quiosco pese a que pagó una suscripción digital. Algo, la suscripción, que todavía no ha logrado Fernando de Faura: nadie ayuda a los nativos predigitales que estrenamos la aldea global con la radio de válvulas. Si necesitáis más datos, os los ofrezco.

Sí, nada tan importante ni tan decisivo como los lectores. Hace muchos años que Rafa Marí, un amigo y periodista respetable, escribió no sé donde que yo no era tan radical en TVE como en El pardalot engabiat. Ni tan suicida. La empresa, para el/la periodista, es como su señora/marido: acaba ahormado en las delicias de la conyugalidad. A veces más rápido de lo que podía pensarse. El burro de Salvador Sostres -que hasta lo echaron de El Mundo- pasó del nacionalismo radical en Avui («El castellà és un bon idioma per a parlar amb la criada») al Abc, con perfecto acomodo, sin abandonar en ningún momento su beatería a lo Jaime Balmes (nada que ver, a mi juicio, con el Evangelio).

Pero mira por dónde que en Abc me encuentro con las crónicas y reseñas de un buen amigo de Barcelona por quien siento profunda admiración por su cultura y buen trazo. Es el de siempre (no diré su nombre para no perjudicarle) pero, entre una consideración y la siguiente, lanza más de una coz al procés. No me creo ni tan listo ni tan singular como para asegurarles que eso a mí no me pase, aunque los amigos ya me llamaban «españolista» cuando yo era trosko y consideraba mi deber «efectuar adaptaciones pedagógicas al nivel de las masas», ¡oh!

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