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Establos de augías

El último sábado vi mi primera mascletà, una de colores con una apoteosis de furia de las que dejan marca, la vi, digo, desde el balcón del piso fallero que Levante-EMV nos ha puesto en la calle de la Sang. Nunca había visto la cara oculta de esa gema urbana. Un gran león de bronce (que parece vigilar la santidad de la casa), dos cúpulas delicadamente erizadas de escamas cobrizas, generosos patios de claridad, torres de todos los formatos, ninguna con más de siglo y medio de vida y, sin embargo, tan hermosas. Es la huella de la burguesía de la Exposición Regional, naranjera y exportadora. Le sucedió una camada oscura de reyes del atobón enamorados de la textura de sus gónadas. No es probable que levanten ni aquello de lo que más presumen.

Termina la fiesta y bajo a la calle. La marabunta popular ha dejado el suelo cubierto por la proliferación sin límites de botes de cerveza y cola, envoltorios y botellas de plástico. Diría que ellos son nuestros epígonos, los herederos de una (in)cultura del descuido, la mala educación y el abuso de los bienes públicos, perfectamente tolerado «porque no son de nadie». Pero muy bien podrían ser los emisarios del futuro, del no futuro, quiero decir, o sea de la ruina ambiental, laboral y moral que, unos por otros, deja siempre la casa sin barrer y no más perspectivas para los herederos que aceitar el robot y alimentarlo con cuproníquel y oricalco. Y menos mal que el servicio de recogida de basuras funciona.

«Cuando llegué a Valencia, hace casi treinta años, me cuenta un amigo, había menos caspa de la que se ve ahora». Le contesto que es normal. Valencia sufrió sucesivas erupciones de mal gusto. De regüeldos vinosos. De delincuencia arremolinada en torno al presupuesto público. Estratos de caspa que hay que remover hasta llegar a los murales pompeyanos que reflejan la urbe romana y su alegría carnal. Aunque las fallas se modelen en poliestireno, el mismo material de las bandejitas del súper, que quema mal y oscuramente. Limpiar los establos de Augías, tarea digna de Hércules, el Turia exangüe no es el torrente Peneo (con perdón).

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