No es que me parezca, es que es una ordinariez que se utilice un lenguaje soez y unos gestos provocadores para reivindicar la igualdad, para denunciar la discriminación que en el ámbito laboral sobre todo y también en el personal venimos padeciendo las mujeres. Y no me parece una ordinariez sólo a mí, le parece a infinidad de personas, cuántos de ellos intelectuales, hombres y mujeres suficientemente preparados, que emplean para decir lo mismo argumentos contundentes en lugar de ex abruptos. Hay que argumentar y demostrar, no mostrar como han hecho algunas féminas desnudándose de cintura para arriba e incluso de cintura para abajo, sin pudor, sin el decoro debido. Y ya vale. No es ese el camino. Esa no es la forma. Contra ella han luchado a lo largo de los años, y yo diría que de los siglos, otras mujeres que nos precedieron y que hicieron de la inteligencia, del respeto y de la educación sus mejores aliados.

Desde luego, este 8 de marzo no va ser uno más. Este 8 de marzo tiene una carga contundente que pasa por la movilización de millones de mujeres en todo el mundo, hartas de ser tratadas como seres inferiores, hartas de hipocresía, hartas de comentarios, de actuaciones y de relaciones machistas, hartas de publicidad cosificadora y sexualizadora. Es positivo adquirir conciencia feminista o mejor femenina que nos permita analizar nuestra realidad de forma crítica, sin enrocarnos en el victimismo, con valentía, aprendiendo a identificar lo que en verdad nos agrede, arrincona y violenta. Todo eso y mucho más se puede hacer sin caer en la ordinariez, sin exhibicionismos, sin procacidades, sin ese lenguaje de carretero con el que algunas feministas radicales creen ganar terreno al hombre.

Por cierto, no todos los hombres desempeñan roles machistas. No todos los hombres están cortados por ese patrón deleznable del machismo radical y a ultranza. Por eso no se les puede agraviar permanentemente, no podemos posicionarnos en su contra por el hecho de haber nacido hombres, no se les puede criminalizar como se está haciendo desde algunos sectores que se definen como feministas. Preferiría que se definieran y fueran sectores femeninos, donde la feminidad reinara, con todo lo que conlleva y que resulta más hermoso y edificante que todo lo soez, que todo lo basto con el que algunos colectivos de mujeres rodean sus actos. Me da pena, mucha pena, ver a algunas mujeres reivindicar el feminismo, desnudándose ante auténticas manadas echándose en sus brazos como si balones de playa fueran, despelotadas, para ser sobadas hasta el límite y más allá. He visto las imágenes en un programa de televisión y he sentido vergüenza y eso, pena, mucha pena. Ese no es el camino. Hacer recaer la atención del mundo en un problema de siglos no pasa ni por ese lenguaje impropio, ni por esas actitudes también impropias ni por despelotarse.