Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A partir de hoy

Un gran amigo me ha enviado por escrito esta sugerencia: «El ´Pienso luego existo´ cartesiano dio pie a Forges para uno de sus dibujos. Una señora le dice a otra: ´Pienso, luego estorbo´». Qué atinadísima concreción. Evitar que las mujeres pensásemos por nuestra cuenta ha sido una presión constante a lo largo del tiempo, más o menos escondida o descarnada. No recuerdo dónde he leído días pasados este revoltoso supuesto: «Le dieron el Nobel a Sartre y no a Simone de Beauvoir, que en realidad fue quien causó la auténtica revolución en nuestro pensamiento». No deja de tener razón. Las que en los años 50, en plena juventud, leíamos El segundo sexo en una de aquellas ediciones latinoamericanas, más o menos clandestinamente (pero también, ya publicados por Gallimard, sus reveladores Mémoires d´une fille rangée, La force de l'a?ge y otros libros de Beauvoir) descubríamos horizontes que -unidos a la canónica Habitación propia de Virginia Woolf, leída también por aquellas lejanas fechas- nos reafirmaban en convicciones y comportamientos frente a un mundo todavía anclado en viejas costumbres al que, en modesta medida personal, aportábamos cierta ración de aire fresco.

Por cierto, no hace mucho que he oído por radio recomendar la lectura de El segundo sexo (por lo visto hay alguna edición reciente) al periodista y buen poeta Antonio Lucas. Siempre hemos contado las mujeres con buenos apoyos/cómplices en no pocos hombres inteligentes, y eso hay que subrayarlo, esperando que su número se multiplique a partir de ahora. Porque esta es su hora, como ha proclamado alguien tan escuchado y acreditado como Iñaki Gabilondo: «El hombre que hoy no sea y se comporte como feminista se quedará de espaldas a la historia», ha venido a decir, calificando al movimiento femenino que recorre el mundo de «acelerón social».

Las mujeres que hemos tenido la suerte de que los hombres de nuestra vida no hayan sido freno, sino acicates para la reflexión, la independencia y la libertad, sabemos lo decisiva que puede llegar a ser la inteligente actitud masculina en esta tarea en pos de una igualdad que no se quede en papales y palabras. Convertir ña pasividad masculina en acción positiva y eficaz hacia esta otra mitad de los seres humanos es lo que en estos momentos procede y lo que hay que demandar para bien de todos.

Como decía Simone de Beauvoir hace más de medio siglo: «Corresponde al hombre hacer triunfar el reino de la libertad; para esta suprema victoria es necesario que, más allá de sus diferencias naturales, hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad».

Compartir el artículo

stats