Las elecciones generales celebradas en Alemania en septiembre de 2017 han dado algunas sorpresas que no son menores, y que sin duda nos importan, pues lo que sucede en el mayor Estado de la Unión Europea en población, en producto interior bruto, y otras tantas variables económicas, sociales y políticas, nos afecta directamente. No dejan de ser curiosas las similitudes entre las elecciones generales alemanas de septiembre de 2017 y las últimas celebradas en España en 2016. En ambos países ha ganado, sin mayoría absoluta, el partido que estaba gobernando (PP y CDU-CSU), el líder en ambos casos sigue siendo el mismo (Mariano Rajoy y Angela Merkel) y han emergido dos nuevos partidos en ambos países, en el caso de Alemania los liberales del FPD, ausentes en el Bundestag en las dos últimas elecciones generales, y la extrema derecha. Los liberales alemanes tienen puntos de contacto con Ciudadanos, aunque la extrema derecha poco tiene que ver con Podemos, salvo en que ambos son partidos populistas, uno de izquierdas y otro de derechas, y hablando de populistas lo cierto es que los efectos que sus discursos pretenden producir son finalmente los mismos: desestabilizar las sociedades en que operan.

La elección de Martin Schulz, que fuera presidente del Parlamento Europeo como candidato del Partido Socialdemócrata (SPD) en las elecciones de septiembre de 2017, no ha tenido el efecto esperado, cosechando el peor resultado de la historia de socialdemocracia alemana. Y, curiosamente, el nuevo candidato en el PSOE en las elecciones generales de 2016, Pedro Sánchez, también obtuvo el peor resultado para el socialismo español desde que se instauró la democracia en España, aunque Schulz ha presentado su dimisión y Sánchez no.

Se imputa a Merkel ser la responsable de la aparición en la escena política del partido de extrema derecha. Este reproche se lo hizo directamente Schulz, tras conocerse los resultados electorales en la llamada reunión de elefantes, la reunión que por tradición tienen los líderes de los distintos partidos el mismo día en que se conocen los resultados de las elecciones. Y puede coincidirse con esa opinión, pues la mayoría de los votantes de dicho partido de extrema derecha votaban antes al CDU; se trata, según todos los análisis, de votantes que se han sentido marginados por las políticas de Merkel. Pero Schulz no deberíaolvidar que el SPD ha gobernado los últimos cuatro años con el CDU por lo que alguna responsabilidad habrá que atribuir a su partido político.

Siguiendo con la comparación, podríamos decir que en cierto modo el PP es responsable de la emergencia de Ciudadanos y que el PSOE lo es de Podemos, pues las políticas de ambos, calcadas de las alemanas, también llevaron a sectores importantes de la población a la marginalidad, aunque las economías alemana y española no sean comparables. No debe tampoco olvidarse que la marginación de sectores de la población comenzó con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, particularmente a partir de las llamadas de atención que le hicieron líderes de la Unión Europea.

Y la última comparación puede hacerse en lo relativo a la formación de gobierno por Rajoy y Merkel. Rajoy, tras tensiones extraordinarias en el interior del PSOE, consiguió investirse con la abstención socialista: un gran gesto de responsabilidad de Estado, porque el coste electoral de dicha abstención está siendo considerable. En el caso de Merkel su investidura ha sido tan o más compleja. Así, tras una oposición franca del SPD a otra gran coalición, se dirigió a los partidos Jamaica y, tras el fracaso de las conversaciones para esa alianza, volvió a dirigirse al SPD y éste, tras la intervención del presidente de la República (un socialdemócrata), rectificó reeditar la gran coalición. La CDU-CSU y el SPD han adoptado una decisión de gran responsabilidad propia de estadistas, pese a los grandes sacrificios que para ambos partidos conlleva dicha decisión, que traerá beneficios considerables para Alemania y para Europa, aunque de consecuencias imprevisibles desde el punto de vista electoral para los citados partidos políticos.

A partir de este punto, las biografías de Merkel y Rajoy se separan de manera radical. Y difícilmente podrán volverse a unir. Sobre todo porque Merkel se ha convertido en una política que está liquidando las fronteras entre la política liberal y la política socialdemócrata en un alarde que se aleja de concepciones dogmáticas al uso en toda Europa.

Merkel tiene la virtud de adaptarse a las circunstancias, es poco dogmática, cauta y serena y, por lo que sabemos, no parece que tenga contacto con la corrupción. No titubeó destituyendo a ministros de su gobierno que plagiaron a otros en sus tesis doctorales. Y su ascenso al liderazgo en la CDU se debió a no estar implicada en la corrupción que afectó a su mentor, el canciller Helmut Kohl, que, por lo demás, ha sido un político fundamental en la construcción europea y en la unificación alemana.

En los últimos años hay que destacar la posición de Merkel ante el fenómeno de la inmigración de los cientos de miles de personas huidas de sus países que han reclamado refugio en Europa. Frente a países del entorno de Alemania, como Polonia, Hungría, Austria o República Checa, Merkel abrió las puestas de Alemania a los refugiados, soportando las grandes presiones que recibió de sus propios compañeros de partido y de una parte considerable de la población alemana. Merkel puso en práctica una concepción solidaria que entronca con principios que han forjado la República Federal de Alemania y la UE. Y esa solidaridad tendrá a medio y largo plazo grandes beneficios para Alemania que, como todos los Estados de la Unión, tiene serios problemas demográficos.

A Merkel y a Rajoy les separa también un asunto de gran trascendencia. El PP y sus militantes, o exmilitantes, altos cargos o intermediarios, están incursos en numerosos procesos por corrupción que se prevé duren algunos años más. Rajoy ha tenido la oportunidad de dejar paso a los militantes de su partido que tienen una hoja de servicios limpia de corrupción, pero no lo ha hecho y muchos aventuran que no lo hará. Y esta posición es probable que ponga fin al liderazgo del PP en la derecha y centroderecha. No somos partidarios de elucubraciones electorales a largo plazo, pero no parece aventurado prever que un gran número de los electores del PP pasen a serlo de Ciudadanos, que encarna una nueva versión de partido de centro derecha al estilo de lo que fue la Unión de Centro Democrático en la Transición, o si se prefiere, un Ciudadanos como versión española del fenómeno Macron en Francia.

Los partidos políticos deben ofrecer certidumbre a los ciudadanos, certidumbre en lo relativo a los principios en que se fundan y en su posición ante los problemas sociales. Pero nada hay más peligroso que políticos dogmáticos incapaces de adaptarse a los nuevos retos, en sociedades cambiantes que exigen reinterpretar principios, tácticas y estrategias, mirando el presente y el futuro sin olvidar el pasado. Y, sobre todo, los políticos deben tener en su horizonte el bienestar de los ciudadanos como objetivo principal. Políticos que no confundan a los militantes con los ciudadanos, y que no olviden que los que pretenden gobernar tienen que hacerlo al servicio de todos los ciudadanos y no de los que les han votado.