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Jorge Dezcallar

Buenas y malas noticias para Europa

Y todas en la misma semana. Tras cinco meses de arduas negociaciones, los alemanes han aceptado formar una Grosse Koalition y esa es una buena noticia porque la situación amenazaba con tener que convocar nuevas elecciones. Un acuerdo que ha sido necesario a la vista de los malos resultados obtenidos el pasado septiembre tanto por los conservadores como por los socialistas. El 33% logrado por los primeros (CDUCSU), su peor resultado desde 1949, no les permitía formar gobierno y peor aún lo tenían los socialdemócratas del SPD que se quedaron en el 20,5%, un mínimo histórico. Pero como otras elecciones les habrían hecho perder aún más votos, no han tenido más remedio que poner buena cara al mal tiempo de este matrimonio de conveniencia y decir que lo hacen por pensar más en Alemania que en sus propios intereses partidarios (?).

Para aprobar la GROKO, el SPD ha debido superar una fuerte oposición interna y negociar a cara de perro para obtener los tres ministerios más importantes (Finanzas, Exteriores y Trabajo), así como un programa de gobierno con un fuerte contenido social. Es el precio que han tenido que pagar los conservadores para lograr el acuerdo, aunque algunas de estas concesiones hayan provocado irritación en sus propias filas. Ahora Merkel dispondrá de un cuarto mandato como canciller y podrá igualar -si no hay sobresaltos- el récord de 16 años de permanencia en el cargo que hoy ostenta su mentor Helmut Kohl. El gran inconveniente de esta "gran coalición" es que deja a los ultraderechistas de Alternativa como principal partido de la oposición y presumible beneficiario del desgaste que ocasiona el gobierno. AfD logró en septiembre el 12,9% de los votos a caballo de una agresiva política populista, xenófoba, antiinmigración y antieuropa.

Más dudas dejan las recientes elecciones en Italia, que con el Brexit se convertirá en la tercera economía de la Eurozona. En un país caracterizado por una crónica inestabilidad política (64 gobiernos en setenta años y los tres últimos primeros ministros no votados sino fruto de pasteleos entre partidos), los resultados del pasado domingo arrojan mucha incertidumbre sobre el futuro porque muestran una Italia profundamente dividida entre el norte, dominado por la coalición conservadora de la Liga y Forza Italia y donde ha triunfado el voto del miedo y antiinmigración, y el sur donde el alto desempleo ha aupado a los populistas antisistema del Movimiento Cinque Stelle (M5S) en una victoria por goleada. Estas elecciones han consagrado el fin del bipartidismo, la derrota de los centristas moderados de derechas y de izquierdas, y la victoria de los extremistas y de los euroescépticos. Malas noticias.

En Italia hay tres bloques y ninguno ha conseguido la mayoría necesaria para gobernar, cifrada en 40% de los votos y 316 escaños: el partido más votado con el 32,7% ha sido el M5S dirigido por Luigi di Maio que ha hecho campaña contra el sistema (y contra la corrupción) y que parece que hubiera renacido una vez liberado de la asfixiante tutela de su carismático fundador Beppe Grillo, que se ha ocupado de recordar tras el éxito que "hemos nacido para cambiar las cosas y luego desaparecer". Una ingenuidad que no parece compartir di Maio pues ya ha dejado saber que está dispuesto a pactar para gobernar. Sería algo lógico de no ser porque lleva toda la campaña diciendo que no lo haría en ningún caso. A pesar de algunas alcaldías y otros cargos desempeñados con éxito descriptible, da miedo su bisoñez al tiempo que ilusionan las caras frescas que el M5S trae a una política italiana llena de dinosaurios.

La coalición de centro-derecha (la Liga de Matteo Salvini, Forza Italia de Silvio Berlusconi y los ultras de Hermanos de Italia) ha alcanzado 37% de los votos y ahí la sorpresa ha sido el fulgurante avance de la Liga, radicalmente xenófoba, antiinmigración y antieuropea, que se ha impuesto con claridad sobre Forza Italia, sembrando dudas sobre el futuro del Cavaliere (81 años).

Finalmente está el centro-izquierda del Partido Democrático de Renzi y del partido +Europa de Emma Bonino que han logrado tan solo 22,8% de los sufragios, un descalabro similar al de los socialistas franceses y alemanes, en una nueva prueba del actual desconcierto y crisis de la socialdemocracia europea.

Con estos mimbres las opciones para hacer gobierno son varias y todas complicadas. La preferida por Bruselas, los mercados y el propio Vaticano es una coalición entre el centro-derecha y el centro-izquierda "a la alemana". El inconveniente es que Italia no es Alemania. Otras posibilidades más probables son una alianza del M5S con el PD, que un dimitido Renzi no quiere pero que muchos en su partido apoyan para "tocar poder". Es una opción que enviaría al mundo una señal de tranquilidad por estimarse que el PD moderaría los probables excesos del M5S. Finalmente no hay que descartar una alianza entre el M5S con la Liga y los posfascistas Hermanos de Italia. Ninguna combinación es fácil: Berlusconi va de retirada, la izquierda carece de números y de credibilidad y la alianza entre populistas y fascistas (que juntos tienen la mayoría absoluta) pone los pelos de punta.

Lo ocurrido en Alemania e Italia confirma lo anteriormente sucedido en España y Francia: el bipartidismo está muerto y llegan nuevas fuerzas políticas. El reto es desbloquear con ellas el proyecto de construcción europea aprovechando que la locomotora Merkel-Macron se va a poner en marcha.¿Dónde está España?

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