Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Maite Mercado

La cocina de la Preysler

La semana en que «Sálvame» tuvo la osadía de pretender ser un programa informativo para aprovechar la conmoción social por la muerte de Gabriel Cruz, la inmensa mayoría de magacines, tertulias y noticiarios también cayeron en el lodazal de la exaltación de las emociones primarias, lo que se conoce en la jerga periodística como sensacionalismo puro y duro, batiendo récords de audiencia. Incluso Antonio García Ferreras se metió de lleno en el pantanoso terreno de los sucesos en «Al Rojo Vivo».

Cierto es que las circunstancias del caso dan de sobra para una temporada completa de una true crime TV serie -las basadas en hechos reales de toda la vida pero con más ambición que los telefilms de fin de semana-, como «El asesinato de Gianni Versace» que esta noche estrena Antena 3 a lo bruto, con tres capítulos de golpe, y los valencianos, en plena Nit del Foc, tendremos que ver en Netflix tranquilamente.

Estos días también han dejado la extraña sensación de que se echa de menos a los famosos de antes. El martes el último capítulo de la «Gourmet Edition» de «Ven a cenar conmigo» con la inefable Ana García Obregón de anfitriona dobló la media de cuota de pantalla de Cuatro. El viernes #MiCasaTamaraFalcó fue líder en solitario con cerca de dos millones y medio de espectadores; lo vieron en algún momento más de 8 millones de personas.

Antena 3 se lo puso fácil al estrenar «Nos Importa», centrado en las redes sociales con una película muy floja. Las hordas de espectadores ansiosos de un poco de diversión se solazaron con la contemplación de algunas estancias de Villa Meona. Tami, como la llaman sus amigas, confirmó que la residencia tiene 14 cuartos de baño y también se consagró como icono de la pijería más pura con sus treinta «o seas» y «tías» por minuto. Aunque con dificultades para expresarse con fluidez, la hija del marqués de Griñón ofreció buenos titulares a la crónica rosa al contar su infancia como la Tribu de los Brady cuando vivía con todos sus medio hermanos, anécdotas con el muy gamberro Enrique Iglesias y cómo Tío Julio le dijo después de un concierto: «¡Por qué poco podías haber sido hija mía!». Lo suyo con su madre se acabó porque «había cuernos por todos lados». Tío Miguel era muy bueno, muy celoso y socialista, «¿sabes?». Cuando vio que lo de Isabel Preysler con Mario Vargas Llosa iba en serio, pensó: «¡Qué pereza!, un premio Nobel en casa y tener que hacerme la inteligente todo el rato». Pero Mario es «genial» -muchas veces genial - y «como es escritor, le encanta hablar con el jardinero». A él no le llama tío porque ella ya es muy mayor para eso.

La visita tuvo sus altibajos, con una forzada incursión en sus aposentos que hasta hizo sentir incómodo a Bertín y el innecesario encuentro con sus amigas. En esos clásicos minutos en los que simulan que se preparan la comida, la joven de 36 años demostró que sabía encender el fuego porque cuando se despierta, no hay nadie para hacerle el café. Además, enseñaron lo que nunca veremos en «¡Hola!»: la cocina en la que Isabel Preysler jamás debe poner un pie, nada sofisticada y con muebles que no ajustan. La propia Tamara, en estado natural, exclamaba: «Mi madre me va a matar cuando vea este programa». ¿Se la imaginan en «Supervivientes»? Si con los especímenes que se lanzaron del helicóptero el jueves arrasaron, quién se resistiría con una Tamara sin filtro.

Compartir el artículo

stats