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Hipocresía madrileña vía autonomía

El pasado martes, con gran alborozo capitalino, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), Cristina Cifuentes, anunció una rebaja de impuestos para los madrileños. Desgraciadamente, otro hito en la creciente hipocresía de nuestros políticos que sean de derechas o de izquierdas, están dispuestos a pensar en términos locales con el actual estado autonómico como excusa. Lo anunciado en Madrid, más que una buena noticia para madrileños, es una insolidaridad más con el resto de españoles. Una medida que acaba haciendo tanto daño al Estado español, como el que produce el independentismo catalán. Con la gravedad actual del problema territorial, el electoralismo de Cifuentes, desde Madrid, está siendo tan tóxico, como el espectáculo de Carles Puigdemont desde Bruselas. La revisión consensuada de la España de las Autonomías parece cada vez más necesaria.

Una vez aprobada la Constitución, unos políticos que podemos calificar tanto de bienintencionados como de incompetentes, empezó alegremente a cortar el mapa de España con la cómoda idea del café para todos. Entre los disparates que engendraron aquellas prisas, estuvo la CAM, un territorio de 8.000 kilómetros cuadrados, llamados entonces provincia de Madrid, que no tenía, ni falta que le hacían, ni bandera, ni himno, ni historia común, sólo la capital. Su única razón de ser era flanquear la metrópoli para separarla de Castilla y León (Ávila y Segovia) y de Castilla-La Mancha (Guadalajara, Cuenca y Toledo). En países realmente federales sus capitales respectivas tienen tratamientos singulares como es el caso de Washington DC, o de Berlín. Aquí se decidió alumbrar en pocos meses toda una autonomía para albergar a la capital. Cuando he preguntado por las razones de aquella adolescente división territorial de mi país, la respuesta ha sido propia de incapaces: «No sabíamos qué hacer con Madrid». Hay que ser muy irresponsable e ignorante para pensar que Cataluña, por ejemplo, pueda regirse bajo la misma norma que la CAM. Si éste era el pensamiento de los autores, se entiende que la España de la Autonomías ya estaba destinada a producir todas las tensiones territoriales que hoy ponen en peligro nuestra convivencia.

Con 6,5 millones de personas acumuladas en un área metropolitana que compite con el resto de comunidades autónomas (CC AA) a las que da aparentes lecciones, mostrando unas cifras de deuda muy brillantes, a pesar de toda la corrupción que, desgraciadamente igual que nosotros, ha ido gestando desde una nueva administración. Los expertos mandados por la CAM a las discusiones sobre nuevos modelos de financiación se han opuesto a cualquier tipo de quita de la deuda de otras CC AA (la nuestra en particular) con el argumento de que «generaría incentivos perversos de cara al futuro y sería injusto para las comunidades que han cumplido en mayor grado los compromisos de estabilidad fiscal».

Sin embargo, la virtuosa CAM no ha jugado limpio, ya que se ha beneficiado del dumping fiscal derivado del hecho que el coste de una gran parte de los servicios que presta es asumido en buena parte por la Administración central al considerarlos propios del Estado; a lo que hay que sumar los ingresos tributarios propios de ser la capital del país. En la España de las CC AA, Madrid sigue ejerciendo de pináculo.

Aunque pueda sorprender, Andreu Mas Colell, exconseller con el expresident Artur Mas y un gran animador del soberanismo catalán (padre espiritual de la retahíla de economistas catalanes que por fin han dejado de elucubrar con la independencia) y que esta semana ha sacado un interesante libro autoexculpatorio (Turbulencies i tribulacions: els anys de les retallades. Edicions 62) se sorprende por la capacidad que tuvo la CAM para no recurrir al FLA, cosa que él sí hizo. Siempre Barcelona, comparándose con Madrid y viceversa; los demás no contamos.

Las rebajas fiscales de las que van a disfrutar los madrileños serán insolidarias y van a ir en contra del criterio de igualdad de todos que tanto se dice defender desde el Madrid del Estado. En la práctica es como si la misión histórica del PP fuera encumbrar a Madrid sobre todas las tierras de España. A tal efecto reducirá en medio punto el tipo mínimo de la parte autonómica del IRPF, que junto con otras rebajas en los impuestos de sucesiones y donaciones entre hermanos (15 %) y entre tíos y sobrinos (10 %), y nuevas deducciones como la del alquiler para jóvenes y para adultos de hasta 40 años que estén en paro, mira sobre el hombro al resto de CC AA.

Con la rebaja del IRPF se acentuarán las diferencias de tributación entre la CAM y las demás. Los madrileños tendrán el tipo mínimo agregado del IRPF más bajo -el que se aplica a los primeros 12.450 euros de base liquidable- al dejarlo en el 18,5 %, abandonado el grupo de CC AA que lo tienen en el 19 % (Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja, Cantabria, Canarias, Baleares y Extremadura), al tiempo que gana distancia también de las que lo mantienen en el 19,5 % como es nuestro caso junto a Andalucía, Aragón, Asturias y Murcia. Sin olvidar que son tres puntos menos que el 21,5 % de los catalanes. Cuando otras CC AA están en quiebra, la CAM reducirá sus impuestos en 125 millones de euros anuales.

Cada vez se hace más difícil articular un Estado moderno. Todos tiran a su manera sin mucha ética en su moral ciudadana. Las pistolas etarras ya entonces ayudaron a calcular cantidades indefendibles para el cupo vasco (al menos ahora son solo votos potenciales), las consecuencias del supremacismo catalán que no se sabe cuántas heridas va a producirnos a todos y la hipocresía basada en la unidad de las tierras de España tan oído en las voces madrileñas, defendiendo que ellos deben ser simultáneamente capital del Estado y una de las CC AA. Revisemos el Estado de las Autonomías: federalismo o centralización.

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