Resulta ya innumerable el número de veces que en esta legislatura hemos dicho públicamente al tripartito que gobierna en Valencia que cuando todo el mundo opina o se manifiesta en el mismo sentido es imposible que todos puedan estar a la vez equivocados. En esta tesitura se encuentra también lo que está sucediendo alrededor de la avenida del Cid, con la retirada de las pasarelas peatonales.

Esta vez, el actor principal en la avenida del Cid es el concejal del PSPV, Vicent Sarriá, que tras casi tres años de convivencia gubernamental, con varias y sonadas discrepancias públicas con sus socios de Compromís, se debe haber rendido, sumado o mimetizado definitivamente con el «Grezzismo», como corriente impositiva y caótica que impera en el Ayuntamiento de Valencia.

Como primer síntoma de este estilo adoptado, ya desde abril de 2016, el grupo municipal Ciudadanos preguntó reiteradamente al concejal Sarriá por los criterios de retirada de las pasarelas, por la búsqueda del consenso vecinal, por el plan de transformación de la avenida del Cid y por las medidas de seguridad vial a implantar. Las respuestas siempre brillaron por su ausencia, excepto que siempre nos dieron, eso sí, amplias justificaciones sobre la necesidad del desmontaje de las pasarelas por su mal estado estructural y porque tampoco permitían una accesibilidad total, diagnóstico técnico que nunca hemos osado a contradecir.

Pero el problema en la avenida del Cid ha sido una repetición de todo lo que ha hecho el tripartito en la legislatura: primero actuar sin consenso, luego recibir quejas y, finalmente, rectificar. No es de recibo llevar a cabo una acción de esta envergadura sin haber dialogado antes suficientemente con los vecinos y con los colegios técnicos profesionales. La retirada de las pasarelas se ha llevado a cabo sin tener un plan claro de transformación real de la avenida del Cid, de sus accesos y del modelo de movilidad y ciudad al que se aspira. Poner cuatro nuevos pasos de peatones no supone llevar a cabo plan ninguno, pero sí supone un incremento de los atascos previamente ya existentes, y nuevos peligros para los automovilistas y, sobre todo, para los peatones.

Vicent Sarrià y el tripartito deberían reconocer que algo no se ha hecho bien en la avenida del Cid, cuando a posteriori se acabará consultando a los colegios técnicos profesionales. También se están manteniendo las obras con señales viales fuera del Reglamento de la Circulación, y hay mucho oscurantismo con los supuestos informes de Policía Local que desaconsejaban el desmontaje de las pasarelas. Tampoco se tuvo en cuenta la alternativa de mejorar el paso subterráneo existente entre las estaciones de metro y hacerlo totalmente accesible.

Al final, las pasarelas son la última solución que queda cuando todas las demás no son posibles, pero se deberían tener como una opción más dentro del ya tardío nuevo debate vecinal y técnico, y en función del plan que tendría que existir para la avenida del Cid. Dejar ahora mismo esta arteria vital de la ciudad de Valencia como se ha dejado, la aboca claramente a convertirse con el tiempo en otro caso como el de la avenida del Oeste (Barón de Cárcer), de tan triste recuerdo. Luego, cuando sobrevengan los accidentes, todo el mundo dirá que lo ocurrido en la avenida del Cid era un problema evitable.