En 1988 el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial crearon el IPCC, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático. Han pasado treinta años. Tras unos inicios complicados y criticados por la falta de transparencia en la constitución de los grupos de trabajo y selección de los expertos redactores y evaluadores de los informes que forman la pieza central de su labor, en la actualidad se puede afirmar que el IPCC se ha ganado el respeto de la totalidad de la comunidad científica estudiosa del tiempo y clima en todo el mundo. En 2007 su labor fue reconocida con el premio Nobel de la paz.

Cada seis años se publica el informe de estado mundial del cambio climático. Desde el primero de ellos, en 1990, ha mejorado mucho la calidad y profundidad de estos estudios. En el último informe, hecho público, en 2014, han participado cerca de 1.000 autores y más de 2.000 revisores. La labor de ambos es fundamental. Todo debe estar basado en estudios científicos publicados en revistas y publicaciones de impacto. Cualquier sugerencia de cambio por parte de los revisores debe estar, asimismo, documentada en estudios realizados con resultados concretos alcanzados en los mismos.

El IPCC persigue tres objetivos principales: el conocimiento de las bases físicas del cambio climático, el análisis del impacto de este proceso atmosférico global y las opciones de adaptación. Se trata, en definitiva, de un método de trabajo basado en el análisis de riesgo (peligrosidad, vulnerabilidad y adaptación). En estos momentos se ha iniciado el proceso de elaboración del 6º informe del IPCC que tiene prevista su aprobación en el año 2020. Hay aspectos de gran interés que deben abordarse en este informe; tal vez el principal, la elaboración de un nuevo esquema de balance energético planetario con la incorporación real de los efectos de los gases invernadero en el mismo. Nos esperan unos próximos años de gran actividad en el IPCC.