Con su bondad infinita, con su bonhomía, con su profunda y discreta inteligencia, Enrique Real fue el único capaz de reconducir el embravecido y borracho de poder PSPV-PSOE a la realidad, a que tuviera los pies en tierra y la cabeza sobre los hombros. Fue un oasis permanente de sentido común para aquellos que quisieron destriparlo todo ebrios de una fuerza política sobrevenida que no supieron administrar y se estrellaron con su puritanismo ideológico.

Era pura sensatez y perfecto conocedor de este pueblo tan difícil tan diverso, complejo y delicado de tratar. Desde niño había sido uno más de la gente, se comportó como uno entre tantos mediterráneo y valenciano, lo suyo era no sólo teoría, también práctica de lo nuestro. De pequeño, en el barrio del Carmen, era el Fray Motiló de los altares vicentinos.

A los pseudointelectuales y pseudopreogres del PSPV les dio grandes lecciones de realismo y sensatez, sin alterarse un ápice les fue enseñando el arte de la política, del estar junto al pueblo y desde el pueblo avanzar, encaminándole a las verdaderas libertades y metas sociales.

Su gran baza fue el mundo de las fiestas y tradiciones, mientras los exquisito s socialistas despreciaban el sector, especialmente el mundo de las fallas, él, en solitario, se las ganó a todas, las atrajo a sí, al tiempo que hizo ver a su partido de la gran riqueza sociológica y antropológica que encerraban.

Después de las Fallas, también él sólo, fue conquistando con su afecto y buen hacer, con su entendimiento, a los otros sectores de las fiestas y tradiciones. Sabía que la fiesta en el mundo valenciano es un sector importante en todos los órdenes. Derribó muchos obstáculos que le salieron al paso de dentro y fuera del partido, del mundo de la festividad.

Su lucha no fue tanto para atraer al socialismo a la fiesta, sino para que el socialismo entendiera, respetara, incluso quisiera, a la fiesta y las tradiciones. Y para dignificar y mejorar todo lo que supusiera las grandes mareas populares que ellas conllevan.

Ganó la gran batalla haciendo que la izquierda supuestamente intelectual entendiera la antropología y sociología festiva del pueblo valenciano y depusiera su arrogante actitud inicial de desprecio. Venció en la ardua tarea de unir y reconstruir los puentes destrozados por aquellos que en los primeros días de su particular revolución roja entraron en la casa de las fiestas y tradiciones como elefantes en una cacharrería.

El sólo hizo tamaña ingente obra con su enorme humanidad, con su capacidad de dialogo, con su honestidad, con su estar abierto a todos, con su gran sencillez, discreción y humildad. Con la misma discreción, sencillez y humildad, características del sabio, con que se nos ha ido. Si le hubieran hecho más caso los sátrapas socialistas, el PSPV-PSOE de seguro que se hubiera eternizado en el poder al frente de los valencianos.