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Calvaris de taulellets

En llegando la Semana Santa, «els calvaris de taulellets» recobran protagonismo y vuelven al primer plano de actualidad, recuerdo y memoria para los cristianos de la Mort i Passió de Jesús. Estos cuadros cerámicos pretenden ilustrar visualmente sobre dichos hechos, testimonios artísticos y costumbre que aún perduran.

Conforme se reza y canta cada estación la gente contempla la estampa estación -15 en total- sobre plafones cerámicos. Una manera de vivir visualmente la tragedia que no acaba de saber expresar la liturgia oficial de la Iglesia, a veces tan abstracta. Se ha dicho que uno de los consuelos que tuvo María madre de Jesús fue recorrer los lugares de su Pasión y Muerte. La idea se copió por la cristiandad más devota que imposibilitada de viajar a Jerusalén realizaba estos memoriales.

No hay pueblo que se precie que no tenga un Calvario o Vía Crucis de azulejos valencianos al aire libre junto a una ermita, santuario, convento o cementerio, cuando no lo tienen desplegado por las calles o sus caminos de acceso.

Cuando se estudia Historia del Arte, se hace especial referencia a esta cerámica religiosa o devocional, que al ser del pueblo y para el pueblo los Via Crucis callejeros, exteriores, son más vivos, vistosos, y atractivos que los interiores de los templos.

El origen de la costumbre de plasmar las escenas del Vía Crucis en azulejos viene del siglo XVIII, tradición que acreció en el XIX. Muchas de estas casetes quedaron destruidas en la pasada guerra civil, siendo luego reconstruidas. En algunos pueblos ingeniaron encalar los retablos cerámicos para que no los destruyeran.

Hay calvarios preciosos, encantadores, en sintonía con el paisaje de sus enclaves. Bellísimos los que suben serpenteando hasta la cima de alguna loma o cerro que encumbra un ermitorio, santuario o convento. Los frailes siempre han sabido instalar sus cenobios en lugares singulares de nuestra naturaleza.

Los paneles cerámicos devocionales o religiosos, especialmente los Calvarios o Via Crucis, fueron diseñados, pintados y cocidos en alfares de toda la región. En la Real Fábrica de Azulejos de Valencia, en Manises y Paterna, en la Real Fábrica de Loza Fina y Porcelana de Alcora,€ una larga lista que llenó de arte la religiosidad popular rural.

Hay comarcas, como el Rincón de Ademuz que cuenta con Vía Crucis hasta en las aldeas, lo cual permitir diseñar una turística Ruta de Calvarios, como la estudiada por el médico-literato-historiador Alfredo Sánchez Garzón.

El Museo González Martí conserva algunas piezas de estos Calvarios. Exraordinarios los fabricados en la Real Fábrica de Azulejos de Valencia, procedentes del derruido Convento Pie de la Cruz de la ciudad, datadas en el siglo XVIII. Alguien sensible a la cultura y el patrimonio las salvó de ser trituradas entre escombros cuando su demolición.

De entre todos los Calvarios, muy selectos y artísticos son los de Alcora, que suministró azulejería a muchos Calvarios de la zona de Castellón. En Alcora hay un Museo de la Cerámica que guarda reliquias antiquísimas, salvadas del tiempo, guerras y crisis. Entre ellas cinco estampas o estaciones del Via Crucis que tenían al descubierto , obra de José Ferrer, «uno de los pintores de la fábrica más reputados de todos los tiempos2, según cuenta Elena María Clavo Cabeza, en detallado estudio.

Los de Alcora han defendido con uñas y dientes lo que les quedó de la gloriosa época cerámica. En 1919, falto de dinero para pagar las obras la ermita del Calvario, el cura del pueblo vendió uno de los retablos del Calvario. El pueblo se amotinó, casi linchan al cura, hubo desórdenes públicos y amenazas al clérigo, no volviendo la paz hasta que el panel de la XIII Estación del Vía Crucis regresó a casa. Lo había comprado un rico hombre de Castellón.

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