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Los años botánicos

Parábola del 600

Los valencianos celebramos el 600 aniversario de la Generalitat que, sin quererlo, se ha convertido en la única Generalitat del mundo.

Los valencianos celebramos ahora el 600 aniversario de la Generalitat de aquí. Como la cifra es redonda pero la memoria es débil, el único seiscientos que recordamos es aquel Seat con forma de huevo que nos brindó la primera autonomía de la que disfrutamos. "Adelante, hombre del 600, la carretera nacional es tuya..." se podía escuchar en los transistores para festejar que una familia numerosa, con suegra de serie, podía desplazarse de aquí para allá, de la montaña a la costa, de la capital al pueblo. Pero nuestro 600 de hoy es un "cacharro" muchísimo más potente que los que salían de la factoría de la Zona Franca (y franquista) de Barcelona. Tanto, que ahora nuestra Generalitat de las seis centurias y unos pocos caballos de potencia es la única que sigue en circulación en España. La 'otra', mal que les pese a los catalanes, ha quedado aparcada en una cuneta de la historia a la espera de que el Real Automóvil Club les rescate con la grúa.

Nuestra institución de instituciones celebró su secular cumpleaños feliz en la Capitanía General, el convento dominico donde se celebraron las primeras cortes. También donde Milans del Bosch dictó el ominoso bando de los tanques y donde Ricky Costa contrajo matrimonio con una Bellea de las Hogueras y otras vanidades.

La antigua asamblea contaba con tres brazos, como un ultramoderno robot de cocina. Se trataba del brazo militar, el real y el eclesiástico, de manera que no debería extrañar a nadie que, seiscientos años después de aquella reunión tripartita, hayamos contado con la presencia del tercio de los uniformados. También hubiera sido magnífico que el cardenal Cañí hubiera acudido a esta cita con el pasado, él a quien el medievo le queda tan cercano. Al fin y al cabo furriel, Su Eminencia Reverentísima ostenta en la actualidad la representación indígena de la tercera pata del trípode del autogobierno foral: la Iglesia de Roma.

Por último, el bando que designaba el monarca de Aragón lo integraban los jurados de les villas reales: el de Morella, otro Orihuela, uno de Játiva, el de Denia, uno de Benicarló y así hasta completar el tercio... Ahora Alfonso El Magnánimo se llama Felipe VI El Cuñao, cuyo retrato al óleo presidía la sala capitular. En suma: hoy, como hace la tira de años, esos poderes fácticos, nos han ganado la partida. Lo mismo da que juremos los Fueros o el Estatuto y la Constitución o Biblia en verso; como en el Grand Casino Royal, siempre gana la banca, perdemos el resto.

La 'otra', la de Gene de arriba, está entre rejas (o entre las vacas lilas de Milka), y el procés ya es sólo eso: el proceso. Nosotros, los valencianos, a fuer de ser agradecidos, le debemos el nombre de la 'cosa'. Y es que la primera Generalitat de ínfulas medievalistas fue la suya, cuando allí mandaba el Avi Macià. Nació como un eufemismo, para que no denominaran "república" lo que sólo era una autonomía. Claro está, para no molestar a Madrid, pues la Villa y Corte con Cortes todavía no soñaba con tener su propia Asamblea regional, ni su Universidad Rey Juan Carlos, ni su Máster & comadre. En consecuencia, me susurra el cronista que soy el único Puig-del-món que está en activo. Sí, después de que mi homólogo (y casi homónimo) fuera detenido por los Mossos de Stuttgart, cuando había parado en una gasolinera alemana para cambiarle el agua a las arbequinas, solamente sobrevivo yo como Molt Honorable.

Cuantas vueltas da la vida, celebremos que al menos queda en pie una Diputació del General... y una Capitanía General, no lo olvidemos.

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