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San Vicente recuperó el manantial que alimentaba las termas romanas de LlÍria

Uno levanta una piedra en Llíria y le sale de inmediato una ruina ibérica, si es en el cerro de san Miguel, o romana si es en la llanura. Llíria, Edeta, fue la capital del reino íbero de Edetania allá por el siglo III a.C., donde nació Edecón, rey de los edetanos. Las tribus edetanas colonizaron casi todo el este de la hoy España, hacia arriba y hacia abajo. Es por la tanto su gente y cultura el primer solar y «solage» de la cultura valenciana.

La Edeta de la montaña fue destruida en las guerras sertorianas y los pobladores se bajaron a construir sus casas en la llanura, donde luego se asentarían los nuevos colonizadores. Uno de los advenedizos colonizadores romanos Marcus Cornelius Nigrinus Curiatus Maternus, hijo del pueblo, senador, lo engrandeció y lleno de realidades arquitectónicas.

Construyó el Santuario Oracular de Mura y junto a él unas Termas, las más grandes de Hispania en las afueras del casco urbano, un gran centro social y de higiene, un lugar de espiritualidad y medicinal para la salud del alma y el cuerpo. El agua la condujo desde el Templo de las Ninfas donde había un manantial de abundante agua.

Aquel gran avance comunitario desapareció y quedó sepultado con el tiempo, hoy se está redescubriendo y haciendo legible. La fuente quedó para consumo humano y regar huertos. A principios del siglo XV, una gran sequía afectó al territorio valenciano. Llíria sufrió fuertemente la falta de agua. De la fuente de las Ninfas apenas salía un hilillo de agua. El Consell de la Ciutat deliberó como última instancia acudir a san Vicente Ferrer que por esas fechas andaba predicando por la región. Le localizaron en Albaida los regidores comisionados y lograron que un 26 de agosto de 1410 acudiera a Llíria a resolver el problema.

San Vicente predicó en la ermita de la Sangre, una de las más antiguas de la cristiandad valenciana, exhortó a los lugareños a rezar y a la penitencia y marcharon en peregrinación y rogativas a la fuente en origen dedicada a diosas paganas. San Vicente en llegando al lugar volvió a predicar bajo un olivo, bendijo el manantial y comenzó a brotar agua con fuerza y en cantidad. «Al moment que predicava/ la sëquia es veía augmentar" els ulls plens d´aigua brollar/ molta gent ho presenciava/ un gran miracle va fer/ l´apostol defensor». Dijo el santo que nunca más faltaría el agua con estas palabras: «Creixerà o menguarà, mes per a beure no faltarà».

Lo dels «ullals· lo narraba así el maestro escritor y orador Luís B.Lluch Garín, quien plasmó en dos tomos las principales ermitas más importantes de las valencianas, colocando, primera de su orden, la ermita que los llirianos le levantaron a san Vicente Ferrer junto al manantial, en gratitud, sobre el solar del antiguo templo romano de las Ninfas, lugar hoy convertido en un precioso paraje natural en medio de la llanura de su secano, bautizado, cristianizado, con el nombre del santo. «A través del agua, desde el fondo de arena y hierba, hablan las bocas diminutas y redondas por donde brota suavemente y en silencio, un nuevo caudal. El borbotear de sus burbujas se ensancha en círculos rompiendo la calma y quietud de la superficie bruñida».

En este pequeño lago y ermita le cantan sus Gozos los llirianos: «Per ser llum de valencians/ huí de Valencia es patró/ de Llíria es la protección/ per a que regué els nostres camps./ Pare sant Vicent Ferrer de Llíria sou protector». Una antigua variación dice: «Pare sant Vicent Ferrer/ de la Font sou protector».

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