Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El expresidente errante

Cuentan que El holandés errante es un barco fantasma. Hay una leyenda del siglo XVII sobre un navío que no pudo volver a puerto. Según se narra, es la historia de un capitán que hizo un pacto con el diablo, para surcar los mares, sin temer a la naturaleza. Pero, conociendo Dios sus intenciones, le castigó a errar sin rumbo y sin tocar tierra. Aquellos que lo avistaban describen que emitía una luz fluorescente, y sus tripulantes eran fantasmas que vagaban por los océanos. Durante siglos, ha formado parte de las leyendas entre navegantes, ha sido inspiración para la ópera de Richard Wagner, en la narrativa y más recientemente en el cine, con Piratas del Caribe.

Desde que conocimos la detención de Carles Puigdemont, el expresidente errante, en tierras alemanas y su posterior liberación bajo fianza, la similitud del caso nos lleva a la misma raíz del problema. En este caso un llamado presidente (capitán) se embarca en una travesía al margen de la ley. Un presidente que sube a su barco (el independentismo) a todos aquellos que perseguían la misma quimera y que desafortunadamente han visto que era una falsa promesa, inalcanzable por querer navegar contra la ley. Un expresidente que, como en el caso del capitán de la historia, condena a todos aquellos que le siguieron a navegar errantes, a huir de sus propias acciones o en otros, a dar cuentas ante la ley. Crearon su propia luz fluorescente, para hacerse visibles, para que se les reconociera. Y como en la obra, esa luz no es otra que sus lazos amarillos y sus esteladas.

Un proceso en el que se embarcaron buscando un destino al margen de la Constitución, contra la propia ley, contra sus propios principios. Un proceso que les subió a un barco del que no saben, ni quieren bajar y que les obliga a navegar como fantasmas ajenos a la realidad, viviendo y creándose su propia realidad. Pero como dice la frase «la realidad supera a la ficción», aquellos que se embarcaron en el procés se han visto desbordados por su propia ficción y han tocado puerto en la realidad, que no es otra que la ley y la justicia.

Desde hace más de cuatro meses ha vagado errante por Europa, buscando consuelo, buscando un puerto, buscando un falso sueño. Con los barriles cargados de monedas del procés, con el dinero de todos. Navegando en casas de lujo, en hoteles de estrellas, en comidas suculentas. Y lo más sorprendente es que no lo ha hecho como cualquier capitán -ya saben, el capitán es el último que abandona el barco- pues Puigdemont por miedo fue el primero que abandonó, huyó. Y hoy su huida y su procés no están llevando a ningún puerto ni a él ni a Cataluña. Esperemos que la razón y la justicia lleven a puerto a este expresidente errante.

Compartir el artículo

stats