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El pirómano Pedrerol

Diversos intelectuales coinciden en la idea del fútbol como un lugar en el que volcar las bajas pasiones que no deben de tener los Parlamentos. En cambio, la televisión más cutre e irresponsable ha empezado a mezclar salvajemente fútbol y política y a explotar ambos conceptos como forma lucrativa. Parte del éxito del pirómano Pedrerol -siempre discutible- es impulsar, explotar, la fusión emocional de estas dos pulsiones, en el momento de mayor tensión general. Un proceso inquietante.

Concretamente, Mega, canal minoritario, consiguió el pasado martes un 9,4% de cuota de pantalla con «El Chiringuito de Jugones». Es una cifra muy notable. Ese día, por ejemplo, TVE-1, hizo un 9,9%. O sea que el tratamiento que hizo Josep Pedrerol de la derrota del Barça elevó su programa. No lo consiguieron, desde luego, sus deficientes análisis técnicos o deportivos.

En la mayoría de tertulianos veíamos más alegría que aflicción. Y lo más patética era la justificación. Pudimos escuchar -y cito textualmente- opiniones del tipo: «Estoy contento de la eliminación del Barça, porque ahora el Barça representa unos valores independentistas que no me gustan».

Y el propio Pedrerol lanzó este discurso mirando a cámara: «En la Fontana di Trevi había gente poniendo lacitos amarillos (...) ¿Dónde estaban las bufandas del Barça, las camisetas del Barça y las banderas del Barça? El objetivo era que el Barça ganase para seguir mostrando lacitos amarillos».

Yugoslavia se deshizo en una guerra pero antes aún se deshizo a ojos de todo el mundo en una cancha de baloncesto y un campo de fútbol. Lo dice Paul Auster: «El fútbol es la manera que ha encontrado Europa para odiarse sin destruirse». Pues eso, lo que ha inventado Europa, que no lo jorobe Pedrerol.

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