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Segundo duelo entre Toñi Moreno y Cristina Pardo, que con su nuevo programa, «Liarla Pardo», estrenado el pasado domingo, dobló las cifras de audiencia de La Sexta a esas horas, con más de un millón de espectadores.

Ambas representan estilos de hacer televisión totalmente distintos pero con dos importantes elementos en común: la sonrisa por delante y no ser chicas florero embutidas en vestidos imposibles. La andaluza nacida en El Prat de Llobregat es la heredera natural de María Teresa Campos en las tardes de los fines de semana en Telecinco pero es mucho más dependiente de la madre nodriza, de «Supervivientes» y de «Sálvame». Hoy Belén Esteban se sienta en su sofá para «aclarar los flecos sueltos del enfrentamiento más sonado de los últimos tiempos», dice la web de Telecinco. Se refieren a la demanda que interpuso contra su exrepresentante y ex amigo íntimo, Toño Sanchís, quien tendrá que pagarle 600.000 euros a la Princesa del Pueblo. No esperen grandes revelaciones porque la de San Blas lo contó todo en el «Deluxe». Aparte de la «salvamización», la otra gran diferencia son las zapatillas de Toñi Moreno, más cómodas que los zapatazos que lucía la Campos.

Cristina Pardo está hecha de otra pasta, la periodística. Además de tener una mesa de tertulia, hace entrevistas y aparece de pie, se pasea por el plató del magacine, «el mayor logro de tener un programa propio», bromeaba: por fin ha conseguido salir de cuerpo entero, aunque ya la habíamos visto emulando a Jordi Évole en sus «Malas Compañías» asaltando a políticos corruptos en plena calle.

En esa mesa hay espacio para la actualidad y las conexiones en directo, atentos a la crecida del Ebro, por ejemplo, pero en un tono mucho menos perentorio que en «Al Rojo Vivo», donde se ha curtido estos años consiguiendo diferenciarse con su humor, ironía, y muchas veces, sarcasmo. Sin pelos en la lengua, ella es la protagonista rodeada de hombres, algunos oportunos como Jesús Cintora, otros prescindibles, como Gonzalo Miró, que tendrá que espabilarse.

La que llaman «la chica Ferreras» nada tiene que envidiar a su mentor, yendo mucho más allá de las «chicas Hermida» de los noventa. Corren tiempos de mujeres decididas, directas, hartas de rodeos y conscientes de que cada segundo cuenta. Capaces de andar solas, de expresar lo que quieren aunque se topen con muros de machismo, cobardía o estupidez. También en televisión.

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