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Javier Cuervo

Por qué no cae Eurovisión

La última onda sísmica en la democracia liberal está derribando la universidad y los premios Nobel y sólo Eurovisión permanece. El festival de la canción festivalera triunfó en tiempos de canales únicos y de inocencia y volvió a triunfar en la era de Internet y de la frivolidad. Su interés político (las votaciones) reside en que es el único espacio visible para el enfrentamiento de los estados europeos, están permitidos los sentimientos nacionalistas y se mantienen las viejas alianzas. Los partidos de extrema derecha, más Gran Bretaña, Polonia y Hungría, viven el europeísmo en estado de Eurovisión.

Con el concurso "Operación Triunfo" encadenado a Eurovisión lo que llegó a ser una noche de gala precedida de varias emisiones de un clip sin interés se ha convertido en canal temático 24 horas que se camufla en la tele, la radio y el internet público de menú del día; más la televisión a la carta, el tapeo de Youtube y el picoteo de Whatsapp. Con tal dieta es imposible no saber que Amaia canta muy bien y que Alfred representa la paridad. Tampoco es posible ignorar el innecesario y bobo relato de amor que han inventado para esta pareja artística que sirve para ver cómo los periodistas afectados por el género rosa intentan que creamos lo que dicen sus palabras y no lo que ven nuestros ojos y también para hacernos reír cuando los chicos se dan un pico, que parece un picotazo, porque de sus besos no saltan chispas pero dan calambre.

Nunca hizo menos falta ese relato en una generación para la que el sexo es tan natural que no necesita amor y para la que el amor es tan natural que el sexo no es problema y, por tanto, la mera amistad entre un chico y una chica ya no es sospechosa de ser más que eso. ¿No les basta con contar la ficción de "perseguir un sueño" y esas mierdas?

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