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Un rato en la isla

He decidido echarle coraje y mirar a la cara a mi enemigo, algo así como lo que dicen del miedo, que para quitárselo es mejor enfrentarse a él. Pues lo mismo. Hablo aquí de «Supervivientes» casi de oídas, por vídeos sueltos, guiado por un prejuicio incontrolable, y nombro a los concursantes sin saber quiénes son más allá de las caras que me dicen algo por tener un pasado que reconozco, sea el del cantante Francisco en horas bajísimas de su carrera, sea el de Mayte Zaldívar, representante de la televisión basura que pasó por los platós de Telecinco para contar sus hazañas como cornuda, ladrona, presa, expresa, y un sinfín de atributos tan apetitosos para la cadena que tanto hace por el bien de los que rozan o violan la ley a ojos vista. Los que pasan por la trena son bocado irresistible para Paolo Vasile. Aclarada mi relación con el personal aislado, quitando a los dos nombrados, junto a la peluquera Raquel Mosquera, otra reina de los programas carroña que no se caía de la pantalla desde que se quedó viuda del boxeador Pedro Carrasco, el resto de concursantes, digo, es un agujero negro, una masa informe, nombres que me pueden sonar a príncipes marcianos, a cerdos de otra galaxia con orejas de plástico, a reyes extintos o a boñigas del Caribe, pero sobre todo a nada, a rutilantes criaturas de un submundo televisivo que, a pesar de llevar décadas escribiendo de esto, no me dicen nada, no me suenan a nada, no me interesan nada. Pero lo prometido sigue en pie. Le echaré valor, me acercaré a la isla y al plató, me taparé la napia, y me tragaré la basura para luego regurgitarla y ustedes, si lo desean, leerla una vez desparramada en esta hoja. Lo sé, esto no está pagado ni con una cena íntima con el cadáver político de Cifuentes para que cuente quién trató su cleptomanía o con Rafael Hernando para saber la clase de serrín que nutre el cerebro de un provocador que dice que los pensionistas tendrían que dar las gracias al Gobierno del PP.

Sofía y el sexo

Creo haber contado en estas piezas que entre los etcétera que dormitan, discuten, hacen fuego, defecan, y orinan, hay una lagarta llamada Sofía Suescun que además, por lo que dicen en los platós, fornica. Esta chica es una ordinaria de libro. Cada vez que la sacan, y la sacan mucho, está discutiendo, haciendo peinetas, enseñando los dientes porque su gesto natural es como de desprecio, como de asco permanente. Según un tipo llamado maestro Joao, con una boca a lo Homer Simpson, no sé si de forma natural o gracias a siliconas en acción, alentado por Zaldívar, soltó lo que en plató se vio como una bomba. Que Sofía, la reina de la cloaca y el polígono, y un pollo llamado Hugo, habían folgado bajo las sábanas cuando el equipo del programa los rescató de la tormenta una noche en que el Caribe estuvo a punto de alfombrarse con los cadáveres de los concursantes, ay, qué mal lo pasaron, y qué bien lo pasó la cadena haciendo caja gracias a un aliado tan enfurecido, con lo bonita que queda en pantalla la lluvia, el viento, la cara desencajada y sin maquillar de los concursantes, que de repente supieron lo que significa sobrevivir en un mundo incontrolable. ¿Hubo sexo entre Sofía y Hugo, a pesar de que andan todo el rato a la gresca? Esa es la pregunta que incendia el plató del programa. Me descojono cuando escucho a una grave Sandra Barneda pedir calma, educación, que se maticen las respuestas y no se acuse a lo tonto, me quedo fascinado viéndola en el plató hablar en serio para averiguar si la barracuda del «cara de pueblo y pánfilo, es que no lo puedo soportar» -ha dicho Francisco de Hugo, un pelanas nacido en la cochinera hormonada de «Mujeres y hombres y otros berzas» - visitó el mejillón de la Suescun. De verdad, lo siento, perdonen la grosería. Pero este es el nivel. Mientras la Zalvívar contaba el cuento la cadena hacía caja la noche del domingo cebando lo que nadie se creyó para combatir con «Masterchef», que estrenaba su sexta edición en La 1. «Supervivientes» es pura ficción, puro montaje, pura mentira, y la chica esta, Sofía, la estrella, oro puro, polvo de dioses, capaz de todo, chabacana, sucia, estridente y vulgar, perfecta.

Mi feliz fracaso

Para explicarme mejor. Sofía Suescun alimenta lo de Ana Rosa. Sofía alimenta «Sálvame». Sofía es «Tierra de nadie». Sofía es «Conexión Honduras». Sofía es «Socialité». Sofía es «Viva la vida». Sofía es Telecinco. El resto de concursantes son comparsa, no dan el mismo juego. Por ahora, según deduzco. Lo que sí está claro es que el nombre de Cayos Cochinos -los piratas británicos dejaron cerdos en aquellas islas para criarlos y poder alimentarse en sus idas y venidas por el Caribe- va como un guante de látex a lo que veo de «Supervivientes». De hecho, una de las pruebas que pillo, en la que participa uno que se llama Logan, es comerse una tarta con nata hocicando en ella. ¿Casualidad?, preguntaría con su media lengua Javier Cárdenas. Pero no mezclemos piaras, que con una es suficiente. El mismo Logan, abundando en la misma mierda, asegura que se encontró un calcetín suyo lleno de caca humana. ¿De Melissa, de Raquel, de la propia Sofía, que no quiere perderse ninguna salsa, perdonen de nuevo la asquerosidad? Pero según mis cortas luces y mi escaso control de Supervivientes veo que en el plató que regenta una vez a la semana Jorge Javier Vázquez -junto a Barneda y Lara Álvarez, cuyo uniforme es riguroso bikini, forma el triduo de presentadores al servicio de este montaje incesante en manos de unos guionistas excelentes-, digo que veo que en plató es donde en realidad se corta el bacalao y se monta el cirio. Con decirles que entre las tertulianas, o expertas, se encuentra Carmen Gaona, todo está dicho. Esta Gaona es lo que será Sofía Suescun de mayor. Más chabacana, imposible. Más zafia, tampoco. En fin. Llego al final. Reconozco mi fracaso. He terminado mi sacrificio sin saber lo que es el Lado Salvaje o el Civilizado. ¿Quiénes defienden a quién en el plató? ¿Qué ganan los que ganan las pruebas que creo que se hacen para seguir con la farsa? ¿De qué se ríe Jorge Javier? Bueno, esto sí lo sé. De mí desde luego que no. Lo siento. Supervivientes no tiene nada que ver conmigo. ¿Y con usted?

À Punt, bienvenida

Ya se ha puesto en marcha, ahora en pruebas, la tele pública valenciana. Desde el minuto uno À Punt ha de demostrar que el cortijo que era Canal 9, al servicio del PP, no tiene cabida en la nueva televisión autonómica, y el desastre financiero, tampoco. Hay esperanza -fíjense en la nueva Telemadrid- . Empar Marco, como jefa de la casa, ha de trabajar sirviendo a los gobernados, no a los gobernantes. No hay más secreto.

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