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La estrategia del caos

Continuamente acosado por el escándalo de las conexiones rusas de su equipo, rodeado de halcones, el presidente más ignorante de la historia de EEUU sigue dando bandazos en política exterior.

Un día insulta al dictador norcoreano, llamándole despectivamente "hombre cohete" y amenaza con borrar a su país de la faz de la Tierra, para días después calificarle de tipo "honorable" con el que cabe negociar.

Es incluso posible que en el caso de las dos Coreas, su errático comportamiento acabe dando algún fruto, por pequeño que sea, aunque el norcoreano es por igual imprevisible y nadie se atreve a hacer pronósticos.

Si Trump tiene una estrategia, consiste ésta exclusivamente en sacar las mayores ventajas de todo tipo para su país, prevaliéndose de su poderío militar y económico, sin que se le dé una higa el resto del mundo, al que en el fondo desprecia.

Resulta sintomática de su total ignorancia y su insensibilidad la respuesta que dio cuando en la reciente conferencia de prensa con la canciller alemana le preguntaron si asistiría a la inauguración de la embajada de su país en Jerusalén.

El traslado de esa sede diplomática a la ciudad que se disputan judíos y palestinos amenaza con acercar una mecha a un polvorín de Oriente Medio, pero lo único que parecía importarle a Trump son los millones que, gracias a su genio negociador, iban a ahorrarse los contribuyentes con su elección del edificio.

Su obsesión, como la de los halcones que le rodean, es frenar las ambiciones nucleares del Irán chií, su supuesto apoyo al terrorismo y la política "agresiva" de ese régimen, que no paran de denunciar Israel y la wahabita Arabia Saudí, los incondicionales de Washington en la región.

Ni el presidente francés, con sus gestos de halago, ni la canciller Angela Merkel, con sus explicaciones racionales, parecen haber logrado convencerle del peligro para la paz del mundo de que Estados Unidos renuncie al pacto nuclear alcanzado con Irán en 2015 y entre cuyos signatarios está también Washington.

Trump parece no tener miedo a alimentar con sus constantes amenazas las tensiones en tan explosiva región. Ni de que todo acabe en un nuevo desastre, mucho mayor que los de anteriores intervenciones militares, cuyas consecuencias pagamos todos.

El presidente exige que sus aliados de la OTAN y sus clientes árabes de la región del Golfo contribuyan más a su propia defensa en lugar de pretender que EEUU acuda a sacarles siempre las castañas del fuego.

Las tensiones benefician siempre al negocio armamentista. Y demonizar con ayuda de los medios a la Rusia de Putin, a la Siria de al-Asad y al Irán de los ayatolas sirve perfectamente para ese objetivo.

BAE Systems, Lockheed-Martin, Northrop Grumman, Boeing y tantos otros gigantes de tan lucrativo sector deben de estarle agradecidos.

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