Karl Marx nació en Tréveris, en la región meridional de la Renania alemana, el 5 de mayo de 1818 y murió en Londres a las tres de la tarde del 14 de marzo de 1883. Fue el filósofo posiblemente más controvertido de la Historia, no tanto por su doctrina, sino por la adopción de sus teorías económicas por el sistema político que durante décadas pareció ser la única alternativa real al capitalismo. Durante muchos años, el comunismo soviético formó parte de la utopía anticapitalista de muchos líderes de la izquierda europea y americana hasta que los crímenes de Stalin, las invasiones de Hungría y Checoslovaquia por los tanques rusos, los excesos de la revolución cultural china, la deriva del castrismo y el genocidio camboyano abrieron la veda a las críticas de la izquierda contra un sistema que aún tardaría años en derrumbarse, en 1989, a los pies del muro que dividía la ciudad de Berlín. El marxismo ya no existía entonces como un sistema unitario, sino que se expresaba de maneras distintas, muchas veces contrapuestas, tanto en los países que lo habían adoptado como régimen político como por los intelectuales y por los partidos que buscaban integrarlo en los sistemas democráticos de Occidente.

El rechazo de los regímenes políticos europeos al marxismo se fundamentó en la idea de revolución que Marx y Engels convirtieron en el eje sobre el que giraba esta doctrina política. Según el Manifiesto Comunista, la revolución sólo sería posible mediante el derrocamiento violento del régimen existente (aunque más adelante Marx admitiría también la posibilidad de una vía pacífica). En todo caso, para llevar a cabo una revolución, se afirma, hay que basarse en el conocimiento científico de la realidad social que se quiere transformar. En ese sentido, el marxismo fue el único intento serio de acceder a un conocimiento profundo de la realidad para transformarla, hasta el punto de que pese al fracaso de los comunismos como encarnación de sus teorías, siguen vigentes muchos de sus postulados y no cesan de producirse nuevas interpretaciones. Mientras tanto, aún no ha nacido una alternativa renovadora en el pensamiento occidental que dé respuestas a los planteamientos que Marx puso en entredicho.

La obra de Karl Marx es una de las más destacadas del pensamiento de los siglos XIX y XX y de las que abarcan una mayor amplitud temática: filosofía, economía, sociología, política, ciencia, cultura... nada fue ajeno a la personalidad de uno de los pensadores más fecundos de la historia.

Marx nació en una familia de judíos alemanes de clase media, nieto de un rabino e hijo de un abogado de ideas liberales que se convirtió al protestantismo. Después de sus primeros estudios en Tréveris el joven Marx se trasladó a Bonn para estudiar Derecho y más tarde a la Universidad de Berlín. En Berlín simpatizó con los seguidores de Hegel, base fundamental de su pensamiento filosófico, aunque más tarde llegó a criticar algunos de sus postulados de la mano de Feuerbach. Vio frustrada su dedicación a la enseñanza de la filosofía cuando Bruno Bauer, a quien conocía del hegeliano Club de los Doctores, fue despedido de la Universidad de Bonn. Fue entonces cuando entró como redactor en la revista liberal progresista Gaceta renana, que llegó a dirigir hasta que fue prohibida por la censura. Se mudó entonces con su familia a París en 1843 para colaborar en una nueva revista, Anuarios Franco-Alemanes, momento en el que conoció a Heinrich Heine y escribió la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, donde proclama que el proletariado es la clase destinada a conseguir la redención de la humanidad. Tras una visita de Friedrich Engels a París comenzó una fructífera colaboración entre ambos, que coincidían en su ideario político y en sus planteamientos sobre la sociedad contemporánea. Juntos publicaron La Sagrada Familia y La ideología alemana, y Marx, por su parte, La miseria de la Filosofía, una respuesta a La filosofía de la miseria, de Prouhom. Expulsado de Francia por presiones del gobierno prusiano, se instaló en Bélgica, donde se afilió con Engels a la Liga de los Comunistas, que nombró presidente a Marx y encargó a ambos la redacción del Manifiesto Comunista en 1848. Expulsado también de Bélgica, regresó a Alemania (Colonia) para publicar la Nueva Gaceta Renana, cuyos contenidos volvieron a desatar la furia del gobierno, que lo expulsó de nuevo a París, de donde viajó a Londres para instalarse en condiciones muy precarias hasta su muerte. Allí desarrolló un incansable trabajo de activista y escribió algunas de sus obras más destacadas, como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, La guerra civil en Francia (sobre los episodios de la Comuna de París) y Contribución a la crítica de la economía política, cuya segunda parte decidió publicar con el título de El Capital.

Una de las mejores antologías de su obra publicadas recientemente es la que bajo el título de Karl Marx. Llamando a las puertas de la revolución (Penguin clásicos) ha coordinado el crítico y editor Constantino Bértolo. Y no sólo por la selección de los textos, sino también por la excelente y extensa introducción que con el título El misterio Marx el propio Bértolo escribe en esta antología, un texto en el que pone los cimientos para que los lectores no iniciados en el marxismo dispongan de herramientas para entender mejor su filosofía y los lenguajes humanista, político y científico de su obra.

Dice Bértolo que si Marx hubiera muerto antes de escribir El Capital, con toda probabilidad se hablaría bien de él. «Es la escritura de ´El Capital´ lo que hace que la obra de Marx sea hoy objeto de recelo, anatema y condena desde los diversos frentes ideológicos». Porque, dice Bértolo, Marx no dijo que el capitalismo no pudiese mantenerse indefinidamente en el callejón sin salida; sólo dijo que el callejón no tenía salida.

Queda claro leyendo estos textos que, a pesar de su origen burgués, Marx fue ante todo un revolucionario. Con Hegel como base filosófica y con la experiencia del choque con la realidad, Marx conoció como periodista la vida precaria de los campesinos, la situación económica de la sociedad europea, los intereses de la burguesía liberal y otras realidades que lo llevarían a buscar una mediación entre la democracia y el movimiento obrero. Sin embargo, llegó a la conclusión de que la única fuerza social capaz de llevar a cabo la revolución era el proletariado y que el comunismo era el único movimiento capaz de poner en marcha esa revolución. Desde entonces en sus obras Marx se dedicó a tratar de demostrar la condición materialista de la historia del hombre, «resultado de un proceso de enfrentamiento entre quienes controlan la producción y quienes han sido despojados de ese control» y llega a plantear el derrocamiento de la burguesía, el gobierno del proletariado y una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada. Para llevar a cabo esta revolución redactó el Manifiesto Comunista, en el que reafirma que el comunismo sólo se alcanzará derrocando violentamente todo el orden social existente.

Toda la Historia, según Marx, habría sido la historia de la lucha de clases, una lucha entre los explotados y los explotadores, entre las clases sometidas y las clases dominantes. En su obra La lucha de clases en Francia utiliza por primera vez la expresión «dictadura del proletariado», una de las más controvertidas y utilizadas desde los partidos opositores para desprestigiar el marxismo. Con El Capital, Marx quiso saber cuáles eran los rasgos del capitalismo, su funcionamiento y las bases que lo sustentan. El funcionamiento del mercado, sus teorías sobre el valor de uso y el valor de cambio y sobre todo el concepto de plusvalía fueron sus aportaciones más brillantes al mundo de la política económica. La lectura de esta selección de textos pone de manifiesto la vigencia del marxismo para entender los problemas de la actual sociedad y transformar un mundo en el que la injusticia, la desigualdad y la explotación, siguen tan presentes como en los albores del siglo XX.