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Alfons García03

ETA, hasta nunca

Nací con ETA. Como todos los de mi generación. Una ETA sin el lustre ya de la lucha antifranquista, pero sí con los rescoldos de ese pasado: un abrillantador de la conciencia colectiva para aquellos que llevaron mal ver morir de viejo al dictador. Para los niños de mi tiempo, ETA fue el alumno acosador de la clase de al lado. Una amenaza constante, una violencia que ves, temes y esperas que nunca te toque. Pero siempre está ahí. ETA son policías ensangrentados a través de la televisión en un extraño uniforme color marrón, una furgoneta vuelta del revés y humeante en un lugar que parece Bagdad. ETA es el protagonista habitual cuando la televisión (la única) corta la emisión para una última hora informativa. ETA es la noticia que demasiadas mañanas te asalta al poner la radio antes de ir al instituto. ETA es el compañero de la facultad que lleva bajo el brazo el Gara para exhibir radicalidad, la misma que cuando vende panfletos de Terra Lliure. ETA es el silencio cómplice de los que estábamos en aquellos pasillos. ETA es el herido profesor, de pasado comunista, que entra en el aula para anunciar que se suspenden las clases, que a menos de cien metros del lugar acaba de ser asesinado un profesor, abogado y político, con el que nada tenía en común, pero al que iba a llorar igual. ETA son las siglas del miedo. ETA son aquellas compañeras de clase convencidas de que en su diminuto pueblo de l'Horta se escondía un tal Urrusolo Sistiaga del comando Levante que los telediarios enseñaban cada noche. ETA es la estudiante del departamento de Literatura recién llegada de Bilbao que descubre a los de aquí un movimiento que empieza a crecer allá con el nombre más elocuente posible. Basta Ya. ETA es la mirada perdida de Ortega Lara ante el fogonazo de las cámaras después de 532 días de cautiverio. ETA es el silencio frío en la redacción (esta) la tarde de un sábado cuando la máquina de teletipos escupe que ha aparecido el cuerpo de un joven con un tiro en la cabeza. Miguel Ángel Blanco. ETA son miles de manos blancas. Las de la victoria de la razón y la paz. ETA es la voz rota de la locutora al contar el asesinato de Ernest Lluch. ETA es el deseo de barbarie domado por siglos de civilización. ETA hace tiempo que se fue, sin gloria y sin perdón. Ahora solo toca decirle adiós y demostrar que la sociedad sí es capaz de perdonar. Porque la victoria verdadera y fecunda es la que no humilla. Hasta nunca.

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