Como un gran buque se alza la silueta del Bloque Portuarios sobre el discreto perfil edificado del barrio de El Cabanyal. Un buque abandonado a su suerte, un barco a la deriva, un barco deliberadamente ignorado en el planeamiento de esta ciudad. Sobre él se dibuja una zona verde que invisibiliza 168 viviendas con otras tantas familias. Familias que nadie quiere ver porque muchas de ellas son sencillamente gente pobre, gente que nos recuerda que esta sociedad genera cada vez más desigualdad y que quizás un día te toque a ti esa porción de pobreza. Se lo escuchamos a Manuel Delgado en alguna de sus charlas: en las manifestaciones ya no nos detienen por las soflamas políticas, sino por pisotear el césped.

¿Qué está pasando? Creo que la filósofa valenciana Adela Cortina da en el clavo al crear un concepto para definir el miedo a la pobreza: aporofobia. La aporofobia, consiste en un sentimiento de miedo que da lugar a actitudes de rechazo hacia las personas pobres. La pobreza produce sentimientos y actitudes contrapuestos. Cada uno de nosotros tenemos actitudes aporófobas y actitudes (las personas) solidarias y es nuestra decisión elegir qué camino escoger para afrontar este gran reto para las democracias contemporáneas.

La degradación planificada de El Cabanyal, con el objetivo de prolongar la Avenida de Blasco Ibáñez para crear el Miami Beach valenciano, es un ejemplo paradigmático de la utilización del miedo a la pobreza como herramienta política. Hoy en día, algunos sueñan con convertir El Cabanyal en el Notting Hill valenciano. Notting Hill y Miami Beach tiene características comunes: son barrios cool con viviendas a precios desorbitados y, por supuesto, inaccesibles para pobres. Las condiciones actuales del Cabanyal hacen pensar que este proceso gentrificador es irreversible. Aunque nosotras sabemos que no es así pues con una acción institucional decidida, apoyada por la ciudadanía organizada, podemos paliar este proceso. En esta apuesta, la conservación del patrimonio público para su uso como vivienda social es fundamental.

El Bloque Portuarios es el símbolo de esta lucha. ¿Por qué? El Bloque Portuarios no es un simple edificio, es una comunidad de vecinos y vecinas que resisten día a día la dura realidad de la sociedad en la que vivimos. Los partidarios de la dilución de la pobreza están por derribar el bloque y «dispersar» a las familias predefinidas como problemáticas. Estos se encargarán, porque su estatus se lo permite, de instalar la postverdad de que el bloque es especialmente peligroso y conflictivo, haciendo de la excepción la norma, cuando tan solo tiene problemas de salubridad y un importante deterioro que padecen sus habitantes y que una minoría utiliza como excusa para dinamitar la convivencia. La realidad es que la mayoría de las familias, pertenecientes a la Comunidad Portuarios, tienen hijos e hijas escolarizadas en centros educativos del entorno dónde se está haciendo un grandísimo esfuerzo para que puedan desarrollar sus vidas en igualdad de oportunidades.

Más que hablar de Bloque Portuarios nos gustaría hablar de Comunidad de Portuarios, subrayar que el futuro de esta comunidad no va ligado necesariamente a la permanencia del bloque. Sabemos que estamos ante la oportunidad de hacer un proyecto específico que apueste por la integración de la comunidad y por la rehabilitación del bloque. Un proyecto donde la vivienda pública albergue a las familias sin recursos y les dote de un programa integrador específico que garantice la convivencia, mientras liberamos las viviendas de propiedad privada para su rehabilitación. Además, debemos ser conscientes de que deshacer esta comunidad, diseminando a las familias, es romper el trabajo de años y condenar a muchas niñas y niños a empezar de cero.

Juntas, administraciones, propietarios privados y colectivos sociales, podemos hacer del bloque un buque insignia de cómo la voluntad integradora es la respuesta correcta en una sociedad que empieza a ser consciente de la importancia de lo común, frente a un esnobismo neoliberal al que le molesta la pobreza. Vinimos a defender que en El Cabanyal lo importante eran las personas. Todas las personas.