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Un fiasco tras otro

Quienes peinamos canas esperábamos más: mucho más de los tiempos que nos ha tocado vivir. Y no fueran a etiquetar la opinión de conservadora porque, sin duda, cualquier tiempo pasado fue peor. Sin embargo, creímos a pies juntillas que el progreso, inevitable con el transcurrir de los años y pese a obstáculos con cara y ojos, traería aparejadas nuevas formas de relación entre los distintos estamentos socioeconómicos, amplitud de miras y objetivos asumibles por amplias mayorías en lugar de lo mismo pero expandido y, para constatarlo, bastará con preguntar al precariado, a millones de silenciosos / silenciados o a tantos desplazados en busca del pan.

La experiencia vivida no invita precisamente al optimismo y, en su lugar, el cinismo y/ o la resignación cobran primacía y visten la impotencia tras comprobar -todos los futuros son crueles, escribía Henry James, aunque sea pobre consuelo- la vacuidad de esos discursos que pretenden justificar derivas inadmisibles frente a las evidencias, creciente insolidaridad, inepcias -las de Rajoy o Trump son sólo punta de iceberg- y violencia: desde Cataluña a Corea o en la mayoría de países entre una y otra. Es el "todo vale" propio del pensamiento débil y, las ideologías, subordinadas al interés personal de sus valedores. Con todo ello y de ser plausible que lo que no mata nos hace más fuertes, todos somos sin duda hercúleos (aunque nadie lo diría) en un contexto donde demasiados andan empeñados en perseguir el desastre.

´Il faut changer la vie´, clamaba el poeta Rimbaud. Pero sólo cambia para beneficio de algunos mientras que la mayoría ha de limitarse a reforzar el caparazón o escarbar donde pueda en busca de refugio. Creímos vislumbrar -¡ay, infelices!- una Europa cohesionada para la mejor defensa de los derechos humanos y, por lo mismo, ejemplo para el mundo mundial al que sin duda contribuiría una Norteamérica de liderazgo compartido con las democracias emergentes; respetuosa con el medioambiente y garante de libertades y derechos siquiera para quienes la habitan. Iba a terminarse de una vez por todas con las anteojeras para avanzar, por sobre las fronteras, hacia ese internacionalismo por el que muchos apostábamos. Ampliar las comunidades por encima de barreras e identidades excluyentes supondría, a no tardar, la plena incorporación a la Unión Europea de los países nórdicos, de Turquía€ Una quimera relegada por emociones y creencias que son máscaras para el provecho propio: desde el brexit al pretendido Catalexit y, de algún modo, reactualizando el viejo aserto totalitario en cuanto a que la Historia, si no es la nuestra, no debe existir.

Quizá tuviese una distinta experiencia quien afirmó siglos atrás que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. O no estuviese en condiciones de presumir los cambios de corriente fluvial que depararía un futuro que ya es presente para nosotros. La izquierda de unas décadas atrás ha devenido tan populista y demagógica, que muchos de quienes tiempo atrás se identificaban con sus postulados andan hoy desnortados entre Pinto y Valdemoro. En paralelo, la derecha, tradicionalmente corrupta y dueña de las prebendas, florece bajo disfraces de conveniencia al tiempo que auspicia los funerales de sus tradicionales opositores, al extremo de conferir rabiosa actualidad a Cicerón: "La ignorancia de los males futuros es más útil que su conocimiento", aseveró y, a la vista de cuanto viene ocurriendo, tal vez sea la mejor terapia para la frustración.

Seguir esperando es, hoy por hoy, parecido a hacerlo respecto al santo advenimiento y, aunque ello pueda reafirmarnos como personas supuestamente libres, no es menos cierto que se parece demasiado a exponer, una y mil veces, el mismo carrillo para la bofetada. Un antiguo chiste abunda en la idea. Alguien, mientras se precipitaba al vacío, oyó una voz en las alturas: "No te preocupes, la Virgen te acogerá en su regazo...", a lo que, quien caía, respondió intranquilo: "¡Y no hay alguien más?". Alguien más, en lo que nos concierne, que esos que se venden como adalides de la democracia y la innovación. Algo distinto a una justicia sólo ejemplar -a veces- para con los delincuentes del montón mientras se muestra dubitativa con el del Minerval, ´La Manada´ de Pamplona o un Urdangarin de paseo por Suiza; una sanidad que establezca prioridades universalmente aceptadas€ ¡Pero si incluso algún que otro viaje obligado ha de subordinarse a las ocurrencias de AENA, pilotos y/o controladores€

Ese mundo mejor, innegable en líneas generales para los países desarrollados, tiene aún tantas deficiencias, subsanables si primasen mejores criterios, que la beckettiana sugerencia de que deberíamos aprender a fracasar mejor convendría fuese incorporada a los programas educativos mientras las voluntades que nos determinan no cambien su talante. Entretanto, sólo cabe confiar en que aquellos versos -"El vano ayer engendrará un mañana / vacío y ¡por ventura! pasajero"- hubiesen acertado siquiera en la provisionalidad.

En el ínterin, no se trataría de acabar con los sueños, sino de empeñarse en encontrar a un nuevo Freud capaz de descubrirnos por cuáles, de entre ellos, sigue valiendo la pena seguir en la brecha sin desfallecer.

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