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Claros latines

El escritor no es distinto de ese caballo que, al percibir la calidez del primer sol de la mañana, lanza un relincho. Según va creciendo el número de los admiradores de Juan José Millás (Que nadie duerma es su último libro) y se llena la sala de la Fira, el autor se siente más abrigado y reluce su capacidad fabuladora, pues Millás ha descrito extensamente el frío de una vida, el combate contra el aterimiento con mucha manta y poca estufa. «A mi madre -dice Millás- le encantaba ir al centro en taxi. Pero al mismo tiempo estaba pendiente del taxímetro que avanza incesante. Desde entonces, que soy incapaz de experimentar el placer sin asociarlo al horror, aunque me gustaría decirle: "mamá, he triunfado, ya no tengo que mirar el taxímetro"» (carcajadas).

En la última comida de autores, después de disfrutar de la caballerosa suavidad de Lluís Foix, que dirigió veinte años La Vanguardia pero que pregunta por todo como si él fuera el becario (viene con la novela El que la terra m´ha donat y sus memorias Aquella porta giratòria), me tocó de compañero de mesa Fernando Iwasaki, un escritor peruano y español de Sevilla, con pólenes de Italia y Japón, que tiene su producción de cuentista amparada en la magnífica editorial Páginas de Espuma y al que le gusta el cachondeo fino. Me recomienda los vinos de Mendoza, Argentina: «He visto en casi todas las salas VIP de los aeropuertos restaurantes peruanos. Perú y México tenían imperios antes de Colón y fueron virreinatos: obispos y gobernadores».

Iwasaki es un tipo singular del linaje de Julio Cortázar o Cabrera Infante, juguetón en España, aparta de mi estos premios o El sentimiento trágico de la Liga. Viene de presentar Las palabras primas, ensayo sobre vocablos que parecen castellanos de toda la vida y son caribes o yorubas. Tiene su país, el Perú, veinte lenguas. Iwasaki no entiende las contiendas entre los diversos latines peninsulares que se captan bien afinando el oído: «En ´El Quijote´, Sancho Panza, un labrador de la Mancha, comprende al bandido catalán Rocaguinarda y le contesta en castellano».

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