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Si no le gusta TVE, vea otra cosa

Los medios públicos nunca deberían dedicarse a ningunear a la oposición o sacarla a colación solo para hablarnos de sus inacabables fechorías

El ministro Cristóbal Montoro, con la simpatía y el don de gentes que le caracterizan, lo tiene claro: si a usted no le gusta TVE, cambie de canal. Esto le dijo a la diputada Noelia Vera (Unidos Podemos), que preguntó por la dimisión de la editora de Informativos de TVE en Valencia, Arantxa Torres. Dicha dimisión se produjo por la vergonzosa imposición de la censura a una pieza de información indudablemente noticiosa: durante su visita a Alicante, Mariano Rajoy fue abucheado por un grupo de jubilados. A su vez, la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, fue grabada diciéndole a otro miembro de la comitiva de Rajoy: «Qué ganas de hacerles un corte de mangas de cojones y decirles: ´pues os jodéis´».

La verdad es que las dos frases pueden resumirse en una: si no os gusta, os jodéis. Es una actitud muy cara al Partido Popular (recuérdese ese épico «¡que se jodan!» de Andrea Fabra en el Congreso de los Diputados, claro antecedente de las frases que ahora nos ocupan). Y, sobre todo, muy ilustrativa de lo que el PP considera que es Televisión Española: un cortijo que ellos utilizan a su conveniencia; porque es suyo, y punto.

Ya sucedió esto cuando el PP llegó por primera vez al poder, en 1996. José María Aznar y los suyos habían criticado amargamente la que estimaban vergonzosa manipulación de TVE por parte de los socialistas (y es cierto que la TVE de Felipe González tendía a ser bastante felipista). Pero, una vez llegaron, la verdad es que lograron batir todos los récords de manipulación. De hecho, el director de Informativos de la mayoría absoluta de Aznar, Alfredo Urdaci, acabó indisociablemente unido al concepto de manipulación. Y el deterioro de TVE durante su época alcanzó cotas insospechadas.

Ahora está pasando exactamente lo mismo. El PP llega al poder, sea con Aznar o con Rajoy (o con Eduardo Zaplana, o con Francisco Camps), y lo primero que hace es patrimonializar la televisión pública de una forma que no hace ningún otro partido. Por ese motivo, si hay que pensar en diferencias entre el PP y el PSOE a la hora de gobernar, la gestión de los medios públicos siempre aflora como una de las más claras. Y no porque la TVE del PSOE no haya manipulado: pero manipula mucho menos y manipula mejor. Entendiendo como mejor que manipula de forma mucho más sutil, menos grosera, y sin desvirtuar la calidad de los contenidos. Lo cual, a su vez, hace acreedora a la televisión pública de más credibilidad, más audiencia, y más influencia social. Es decir: que su mensaje llega a mucha más gente, y llega mejor.

En el PP, en fin, ni siquiera saben manipular, pues manipulan de forma zafia y evidente. Es lo que está pasando ahora con TVE. Lo primero que hizo Rajoy al llegar al Gobierno fue eliminar la elección por consenso del director general de RTVE, para así nombrar desde el Gobierno a un comisario político de su agrado. Un director nombrado por el PP para que gestione la televisión del PP. Lo de siempre. Y ahora, el PP, en minoría parlamentaria, utiliza todo tipo de triquiñuelas para impedir, como sea, que cambie nuevamente el criterio de elección, pues ello implicaría nombrar a un director general por consenso (y un modelo de televisión que no dé vergüenza; o no tanta). De ahí que los trabajadores de TVE lleven semanas protestando, y también de forma visible (ayer viernes, muchos presentadores y reporteros aparecieron ante vestidos de negro) para que se consume dicho cambio, acordado por todos los grupos parlamentarios... salvo el PP.

Todo esto constituye, sin duda, un aviso para navegantes. También, mucho más cerca de nosotros, en À Punt. Los inicios de la emisión en pruebas de la televisión, y de los informativos de la radio, están ofreciendo algunos indicios prometedores de lo que puede ser la nueva radiotelevisión pública; pero también otros preocupantes. En concreto, la tendencia a hacer de ella la radio de la izquierda; unos medios públicos que ninguneen a la oposición o la saquen a colación para hablarnos de sus inacabables fechorías. Los medios públicos nunca deberían dedicarse a eso. À Punt no puede, no debe, ser el reverso tenebroso de RTVV, porque acabará como RTVV (sin audiencia y sin credibilidad alguna).

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