Resulta que el viejo continente, Europa, es a día de hoy el viejo continente viejo en el que la realidad le coloca. Las cifras son incuestionables. Europa pierde población y la que tiene es vieja o mayor, como usted prefiera llamar a esa realidad. Si a la Unión Europea nos referimos cabe decir que uno de cada cinco ciudadanos de la UE es mayor de 65 años. La Unión Europea cuenta con más de 100 millones de ciudadanos de más de 65 años, es decir el 19,4% de la población total de la UE. Como siempre, Eurostat ha hecho los deberes y estos son parte de los resultados obtenidos. Hay más.

En el aspecto demográfico vamos de mal en peor. Los europeítos que vienen al mundo en la UE son insuficientes. Y los que hay van cumpliendo años, ¡bendito sea! Por cuestiones de edad, en un mundo que sólo valora la juventud, los mayores, ya no de 65 si no de 60 y un poco menos, empiezan a no contar salvo para las estadísticas. El ratio de dependencia de la tercera edad en la UE, entendido este como las personas que han llegado a una edad en la que es "económicamente inactiva" en relación con los que están en edad de trabajar fue de 29,9% en 2017. He ahí la cuestión, gente "económicamente inactiva". Si Europa no hubiera empezado a prejubilar y jubilar, como ocurriera en tantas grandes empresas, a personas con poco más de cincuenta años habría más población económicamente activa.

Lo malo de algunos países de la UE, entre los que se cuenta España, es que los años en lugar de un aliciente por la experiencia que acumulan, constituyen un lastre y hay que deshacerse como sea, entendiendo por tal la jubilación, de quienes no forman parte de lo que se considera juventud. Pero, resulta, que los años jóvenes tampoco son la panacea que resuelva el problema laboral. Esto no hay quien lo entienda. La Unión Europea está en la obligación de hacérselo mirar. Si sólo hay más de tres personas en edad de trabajar por cada persona de 65 años o más, las cuentas finales no van a cuadrar nunca. Se han llevado a cabo políticas erróneas al respecto y ahora se recogen los resultados.

Lo grave del caso es que estamos ante un índice que va en aumento. Y eso es lo preocupante. Hace veinte años, ayer, había alrededor de cinco personas en edad de trabajar por cada persona de 65 años o más. Diez años más tarde, la proporción era 4 a 1 y hoy está cerca de 3 a 1. Como siga decreciendo a ese ritmo en una década se habrá traspasado una línea roja que dejará a Europa desprovista de personal económicamente activo.

Parece ser que España, donde los datos poblacionales vienen siendo preocupantes los últimos años, está ligeramente por debajo de la media comunitaria y dentro de un índice que en las últimas dos décadas ha progresado 'inadecuadamente' en todos los estados miembros de la UE, excepción hecha, curiosamente, de Luxemburgo que comparte la parte baja de la tabla con Irlanda, Eslovaquia y Chipre. Mientras que en todo lo alto figuran, Italia, Grecia, Finlandia, Portugal y la siempre envidiada a la vez que criticada Alemania. Eurostat ha hablado, con datos incuestionables. El viejo continente se queda progresivamente sin la más que necesaria población 'económicamente activa' que necesita para su supervivencia.