La vida de ahora gira en torno al móvil y las redes sociales. Amigos sin rostro, amores sin ojos, pantallas sin aroma... Antes, en otras épocas, las relaciones interpersonales exigían cierto sacrificio. Hasta una discusión era escenario de diálogo y reflexión... Ahora no, con la prepotencia del yo virtual lo hacemos todo: "he bloqueado a fulano en whatsapp". Antaño las broncas eran más humanas, era necesario dar la cara, ahora todo se hace por internet. Añoro la honradez de las relaciones humanas de otras épocas, en ellas brotaba el alma y el temperamento. No eran suerte de amistad, eran amistad con mayúsculas.

Ahora el protagonista de nuestra vida es el yo, sin límites de prepotencia y exhibición. Cualquier fotografía, eso sí, con nuestra mejor cara ( la mala parece no existir) nos sirve de brebaje y podemos llegar a ingerir cantidades altas... ¡Y todo por un like!

Anoche, publiqué una fotografía de un pollo, hace días una comilona con amigos. Otros días... ¿Me he convertido en un ser virtual?

Con la suprema ironía me acerco a la reflexión, le invito a café y me pongo a pensar... Añoro el resplandor de un beso, los emoticonos no son sentimientos humanos, son emoticonos. Valoro al hombre/mujer que demuestra sus afectos, el mismo que recibe la fuerza del corazón y el valor. No de los megas...

La compañía sin afinidad extingue el calor.

Nunca me gustaron las comidas insípidas, aquellas que embotan el gusto y hacen espesar la saliva. Es fácil, en los tiempos que corren, considerar amigo a cualquier persona que nos hace salivar durante un rato. O nos ofrece su presencia... A todo el proceso contribuye nuestro necesidad de relacionarnos. Lo de las churras y las merinas tiene cierta lectura de sabiduría; nos ponemos al alcance de todo el mundo, nos hacemos asiduos del roce y en el cariño consignamos la expectativa. Pero claro; en la necesidad de agregar no vemos a la decepción adormecida: tapada con la manta de la costumbre.

Es importante relacionarse con personas afines, aquellas que contribuyen a nuestro crecimiento, igual de necesarias que el oxígeno y el agua. En el hábito agrupamos el peso de la decisión y la elección: asno remolón... A todo se asciende por el camino del estímulo, es importante engendrar relaciones que puedan comprender nuestra mente y nos muevan el conocimiento. Las buenas compañías nos acercan a nosotros mismos, las malas... a ellos y a su egoísmo.

No creo en la mira utilitaria de la compañía, la misma que pretende cambiar mi cuerpo de sitio. En la compañía, sin afinidad, verás palidecer el tiempo y por ende el bostezo que preludia al aburrimiento. ¿Para amar es necesario admirar? La armonía de toda relación se gesta desde la admiración.