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Palestina ignorada. Israel triunfante

El 14 de mayo de 1948, el líder sionista David ben Gurión proclamó la independencia del Estado de Israel. Hoy los israelíes celebran el 70 aniversario del Estado judío y lo hacen con una victoria moral inédita: la apertura de la embajada de EE UU en Jerusalén. Una polémica decisión del presidente de EE UU, Donald Trump, que rompe décadas de consenso entre la comunidad internacional.

La celebración israelí se produce además en un contexto regional extremadamente complejo y muy diferente al de 1948, cuando el recién nacido estado tuvo que hacer frente a los ejércitos de Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano. Los israelíes lograron imponerse entonces a los desorganizados y mal dirigidos ejércitos árabes y ampliaron el territorio que la ONU les adjudicaba según el plan de partición de Palestina de noviembre de 1947. Y lo hicieron a expensas de la población nativa, los palestinos, que iniciaron entonces su historia de desplazamiento, expulsión y desposeimiento.

Para los árabes palestinos cada 14 de mayo es el día de la Nakba - «desastre»-. Este año coincide con la culminación de la campaña de protestas iniciada el 30 de mayo, principalmente en la empobrecida y bloqueada Franja de Gaza. La respuesta israelí ha sido terrible. Casi 50 manifestantes abatidos a tiros y más de 5.500 heridos, centenares de ellos por munición de guerra y que como ha denunciado la ONU quedarán lisiados de por vida.

Los organizadores esperan reunir hoy a miles de manifestantes en la llamada «Marcha del Retorno». La idea es que los refugiados palestinos desperdigados por Líbano, Siria, Jordania y la Cisjordania ocupada marchen hacia las fronteras israelíes, donde les esperará un ejército hebreo en estado de alerta por las tensiones recientes con Irán.

Durante décadas el conflicto israelo-palestino fue el gran conflicto de Oriente Próximo, una piedra angular alrededor del cual se articulaban las alianzas regionales y que marcaba el pulso del sentir de las sociedades árabes. Sin embargo, hace años que ha quedado relegado no solo en la agenda diplomática sino también en la informativa. Siria se desangra a pocos quilómetros, Yemen vive la peor crisis humanitaria del mundo, y la guerra fría entre Arabia Saudí e Irán por la supremacía regional es cada vez más caliente.

En su 70 aniversario Israel está ante un escenario nuevo. A pesar de la retórica que puedan llegar a utilizar, lo cierto es que la gran mayoría de los gobiernos árabes ya no ven a Israel como el enemigo a batir, sino como un potencial aliado. Por poner un ejemplo, el nada disimulado acercamiento entre Arabia Saudí e Israel, especialmente patente desde el nombramiento del príncipe Mohamed ben Salmán como heredero al trono saudí en 2015. A finales de marzo, en un encuentro a puerta cerrada con organizaciones judías estadounidenses, el heredero saudí afirmó que los palestinos debían aceptar la propuesta de paz de la Administración Trump o «callarse y dejar de quejarse».

Arabia Saudí y su cohorte de petromonarquías del Golfo lideran este viraje histórico hacia Tel Aviv con la vista puesta en forjar un frente común contra Irán. La abrupta salida de EE UU del acuerdo nuclear con Teherán refuerza este movimiento.

Sin embargo, visto desde el punto de vista palestino, aceptar la oferta de paz que se ofrece supone una derrota histórica -otra más-. Para los palestinos el llamado proceso de paz hace tiempo que murió ante la indiferencia internacional que no ha movido un dedo para evitar la implacable -e ilegal- colonización de Cisjordania, donde ya hay 600.000 colonos entre tres millones de palestinos. Hoy Israel escenifica su triunfo y Palestina su olvido.

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