De las cosas que más recuerdo, en mis años de vida, cuando se ha producido un episodio de lluvias torrenciales en Alicante, es el ruido de la lluvia en los momentos de máxima intensidad. Es un sonido tremendo, seco, constante. La mera lluvia en su expresión más aterradora. La nube convertida en una máquina de llover que no cesa. Un ruido que va creciendo conforme se acerca la cortilla de lluvia y que dispara su volumen cuando se alcanza su fuerza máxima.

Hace unas semanas se ha presentado una investigación en la Reunión Anual de la Sociedad Acústica de Estados Unidos, elaborada por investigadores de la Universidad de Oklahoma, según la cual el pronóstico de la formación de los tornados podría mejorar a partir de la detección de los ultrasonidos que genera un vórtice de este tipo. Mediante el empleo de unos micrófonos dispuestos de forma triangular en un área de afección, es posible conocer el zumbido que emiten estas tormentas en el espectro del infrasonido cercano, inferiores a los 20 hercios a distancias de 15 Km.

De este modo, han conseguido predecir la formación de una trompa de tornado con una antelación de 10 minutos, lo que supone un tiempo precioso para la activación de sistemas de emergencia. En la investigación se ha señalado un hecho poco conocido. El 75% de los avisos por tornados que se dan en el callejón de los tornados de los Estados Unidos resultan ser falsas alarmas y eso ha creado una sensación de descreimiento en los mismos. El sonido puede ser un elemento importante para la predicción meteorológica también.